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23.03.2018 Críticas  
Moraleja de resaca

Un falso documental, un proyecto teatral mastodóntico, una leyenda siria, un pasaje bíblico: “no se puede servir a Dios y a Mammón (las riquezas). Las Vegas, cocaína, casinos, prostitutas, dinero y desbarre. Eso es Mammón, de la mano de los chicos gamberros de la escena catalana, llega a los Teatros del Canal de Madrid el montaje estrenado en 2015 en Barcelona.

La Sala Verde de los Teatros del Canal se transforma completamente para dar la bienvenida al público de Mammón. Irene Escolar y Ricardo Gómez nos avisan. Mammón no va a poder representarse. El aviso es el pistoletazo de salida para el desarrollo de ese falso documental al que Irene y Ricardo pondrán voz. Un documental sobre un viaje de expedición a Siria, en el que se hallaran vestigios arqueológicos que llevaran al relato de Mammón. Un semidiós que llegó a una aldea en la que sus habitantes desconocían el valor de las piedras preciosas que plagaban el lugar. Mammón les enseño el valor de aquello, con la consiguiente tragedia de avaricia y violencia. El terrible y maldito poder del dinero.

Ese es el documental que sirve de base para que el relato siga. Los protagonistas de ese viaje son Nao Albet y Marcel Borràs, (autores y directores) que impactados por lo que ven en Siria deciden embarcarse en un gran proyecto teatral, con refugiados sirios de protagonistas, escenografía gigante al aire libre, tormenta de sangre, y un grandioso monolito que se elevaría lentamente en el climax de la obra. Financiación internacional y la expectación consabida. De repente Nao y Marcel desaparecen. Un diario de viaje les coloca en las Vegas. Irene y Ricardo nos llevaran a ese viaje loco.

Es harto complicado clasificar Mammón en algún género teatral, se aleja de la comedia, entra en el terreno de la performance, toca de puntillas el drama y pretende aleccionar sobre el infame poder transformador del dinero. Montaje loco, proyecciones, textos en catalán e inglés. Ritmo y color de road movie, personajes tarantinianos. Momentos hilarantes y algunos no tan bien resueltos. Un divertido caos.

Irene Escolar magnética como siempre, registros poco vistos en ella. (fantástica como stripper, y magistral en el papel de la china del bar de timbas ilegales) Ricardo Gómez se lo pasa en grande en todos los personajes que interpreta. Nao y Marcel tienen tan interiorizados los papeles que no parece que tengan que hacer ningún esfuerzo y Manel Sans es un enternecedor buscavidas venido a menos.

Escenografía brillante en muchos momentos, apoyada en muchas proyecciones que le dan al montaje ese aire cinematográfico. La duración se alarga más allá de la hora y cuarenta y cinco minutos. El texto, ahora traducido al castellano, creo que pierde algo de la viveza que intuyo tenía el original en catalán.

Mammón provoca desconcierto absoluto en el espectador. Rozando el esperpento, recreando escenas locas de Resacón en las Vegas. Los primeros minutos del montaje no anuncian tal desbarre loco, poco a poco la locura se hace colectiva. Al final el mensaje queda demasiado diluido en el exceso de drogas y casinos. La moraleja que pretende contar Mammón sobre el negro influjo del dinero se pierde en la bacanal. A lo mejor el propósito era una gran juerga y no una denuncia.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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