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10.01.2018 Críticas  
La amistad como único refugio posible

La Villarroel se apunta un gran triunfo con la programación de Les noies de Mossbank Road. Una pieza para tres actrices que parece encontrar su puesta en escena perfecta en el montaje liderado por Sílvia Munt y en un reparto entregado y exquisito.

Es muy reconfortante toparse con trabajos como este que nos ocupa. La implicación de todo el equipo para que el resultado sea el idóneo se traduce en una jornada teatral de apenas dos horas de duración de la que salimos tocados. Mucho y para bien. Amelia Bullmore, autora de la pieza, ha sabido tejer una trama de situaciones muy concretas en un contexto espacio temporal dilatado pero nada laxo. Como tema, la amistad perdurable. Tres personajes, las “Di and Viv and Rose” del título original con las que nos llegaremos a sentir muy identificados. No hace falta que coincidamos en las experiencias concretas, pero en algún momento de la representación, compartiremos ese instante de la relación fraternal. Ese momento en el que todo era posible. Sí, ése mismo y único.

Sílvia Munt tiene una capacidad de observación privilegiada y una habilidad todavía mayor para plasmarla en sus direcciones. Es realmente impresionante la sensibilidad que demuestra para acercarse a los textos e indagar en su interior para hacerlos llegar al público con delicadeza y asertividad. Lo mismo sucede con su trabajo con personajes e intérpretes. Les noies de Mossbank Road tiene una estructura complicada de montar debido al gran número y duración variable de las distintas escenas. La sabia decisión de otorgarle a cada momento el espacio necesario en función del peso en la historia supone un gran acierto. No se trata de dotar al conjunto de un ritmo hiperbolizado sino de que los cimientos de esta amistad se asienten en un primer tramo para que luego sostengan todo el armazón dramático de situaciones y acontecimientos. Conseguido y con creces.

El espacio escénico de Enric Planas es otra de las señas de identidad del montaje. Hay algo muy importante y que quizá pasa desapercibido en muchas ocasiones. Independientemente de la vida comercial y los bolos que se puedan realizar de una función teatral, la identificación de lo que sucede con el lugar donde se representa es algo muy importante para la adecuación del trabajo y para la asimilación del público. De igual modo, el balance con las necesidades de la pieza ha de estar completamente equilibrado. Aquí se trataba de proveer de un espacio donde las protagonistas pudieran explicarnos y explicarse a lo largo de varias décadas.

Un recorrido vital que se representa a través de un mural-pizarra de asfalto sencillo pero magnífico. En combinación con los audiovisuales de Antonio Cuesta Cornejo y Daniel Lacasa se evocarán los distintos lugares por los que transcurre la acción. Estos esbozos proyectados cumplen, además de una función estética, una función narrativa muy importante, ya que podrán ser tanto una realidad como una evocación, algo que para esta pieza resulta muy provechoso. Lo mismo sucede con la iluminación de Sam Lee. Mención especial para el espacio sonoro de Jordi Bonet (y la selección musical) y el detallista vestuario de Antonio Belart, que dota de personalidad propia y ayuda a caracterizar a los personajes y a mostrar su progresión y su recorrido vital a través de las distintas décadas.

Y qué decir de este reparto o, mejor dicho, ¡qué no decir! El compañerismo, lealtad, cariño, aprecio y amor que muestran entre ellas y para con sus personajes es algo que también se transmite en la relación que los espectadores establecemos con los personajes. Las tres nos regalan algo muy genuino sin acomodarse en ningún momento. Sin caricaturizar saben cómo mostrar la energía y actitud de las distintas edades de las chicas. Una compenetración y verosimilitud impresionantes. Un acompañamiento muy emocionante y progresivo. Cristina Genebat destaca al mostrarnos las contradicciones de su personaje retraído y su necesidades de expresión. Marta Marco consigue que la progresión entre comedia y drama fluya con aparente facilidad e impacto. A su vez, Clara Segura nos seduce desde primera aparición en escena del mismo modo como su personaje se relaciona con los demás. Esa ilusión y urgencia que demuestran sus ojos, esa energía que transmite desde el inicio y que también irá mutando como su personaje, nos sitúa en un torbellino emocional que ya no nos soltará. El gran triunfo de las cuatro (Genebat, Marco, Segura y Munt) es que nos sacuden de un modo inusual, ya que el impacto es fuerte, aunque lo es precisamente porque lo que sucede son “cosas que pasan”. Nada extraordinario y precisamente por eso tan importante.

Finalmente, Les noies de Mossbank Road nos sitúa en un espacio, tangible e intuitivo a la vez, lo suficientemente amplio como para notar el vacío, soledad e incertidumbre de algunos momentos y que las actrices llenan desde su aparición en escena. Además, se puede identificar perfectamente con las características de la sala. Un montaje que, aunque adaptable, sólo podemos imaginar para este espacio escénico. Un texto divertido y conmovedor, una dirección excelente y tres intérpretes maravillosas nos esperan en el 88 de Mossbank Villarroel Road.

Crítica realizada por Fernando Solla

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