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04.10.2017 Críticas  
Los oscuros dictados de la masa

La sala Negra de los Teatros del Canal abre su temporada con el ciclo «Abierto en Canal», que nace de la convocatoria de de residencias del Centro de Danza Canal. Este Miserere (Cuando la noche llegue, se cubrirán con ella) de La Phármaco, abre el ciclo que nos muestra el paisaje de la creación coreográfica madrileña.

La compañía La Phármaco lleva desde el 2009 llevando a cabo la labor de recuperar el concepto clásico de la ceremonia escénica, y esta pieza que nos ocupa es un claro ejemplo de lo que supone poner los cuerpos en movimiento, para expresar el poder de la tradición, la palabra y lo ceremonial. Miserere se compone de tres actos, que se van desarrollando sin apenas hacer diferenciación entre dónde acaba uno y comienza el siguiente, como la violencia y el deseo, dos conceptos a los que han querido otorgar todo el protagonismo, intentando discernir cómo reconducir uno y apaciguar al otro.

Seis bailarinas, una voz, un piano y un sector de viento conforman esta coreografía, apoyada en su segundo acto por un video y el desnudo espacio escénico, únicamente ocupado por una estructura de madera cubierta con un lienzo, que cobrará protagonismo en el tramo final. Miserere, es un canto solemne a la fuerza que ejerce la sociedad sobre nosotros, el invisible y violento empuje que sobre estas mujeres provoca el entorno y las circunstancias de cada uno. Cuando un miembro de la masa se diferencia y rompe la homogeneidad, el equilibrio y la paz que produce la ausencia total de novedad y sobresaltos, es cuando lo mas primario de cada uno aflora a la superficie para reprimir este ataque involuntario que perturba el curso habitual de las cosas.

El primer acto (viernes – El Sacrificio) nos muestra cómo esta sociedad de amazonas de la Meseta castellana se rebela contra la diferente, aquella que ha osado romper el orden lógico y las normas de convivencia, y que deberá pagar con su propia vida esta desobediencia. Este sacrificio que interpretamos a través de estas enérgicas mujeres, les conduce al segundo acto (sábado – El Temor), en el que llegan a cuestionarse si la inmolación tiene sentido, y el duelo que deberán afrontar tiene el valor que tamaña acción se merece. El tercer acto (domingo – La Palabra), es la piedad que el nombre de la pieza recibe, y las cinco entonan este salmo en virtud del acto de amor al prójimo descrito en la primera parte. Una imagen de carne y hueso, cubierta por el lienzo blanco, será el objeto de la veneración de estas danzantes femeninas que homenajean a esa santa comadre.

El valor que tiene Miserere como pieza de danza es la gran baza que juega el acompañamiento en directo de los instrumentos que ponen voz a los movimientos de estas enérgicas danzantes. La conjunción de las piezas interpretadas por Cristian Buades, junto a Carlos González al piano, encargado de la composición musical del espectáculo; y la voz de Laura Fernández, nos transportan a este entorno rural de mujeres solitarias, fuertes, y en algunos casos, rozando la locura, hijas de un entorno hostil que las ha convertido en auténticas guerreras luchando por la propia supervivencia, tanto vital, como protectoras de la costumbre, del folclore, de la ceremonia de cualquier acto cotidiano.

Miserere es una vuelta a las raíces, al origen de la sociedad como ente colectivo, a la importancia de mantener la unidad para ser más fuertes ante cualquier adversidad; todo ello descrito desde el prisma de lo contemporáneo, de lo conceptual de los movimientos de esta potente compañía. La Phármaco logra que la audiencia se desconcierte, como me ocurrió a mi durante la representación, pero deja un poso indeleble que abre la reflexión individual del poder que ejerce el clan sobre nosotros.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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