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24.04.2017 Críticas  
El Stand up comedy, algo necesario en la capital

El maestro del humor vuelve a deleitar al público madrileño los fines de semana en los Cines Callao con Las amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas, un show cargado de sorpresas, asuntos cotidianos, ocurrencias bien hiladas y silogismos que nos proporcionan multitud de carcajadas.

Los beneficios de la risa son conocidos desde hace siglos, prueba de ello son los escritos de Platón o Sócrates que concebían la carcajada como una fuente de placer. Más recientemente Freud declaró que la risa es esencial para liberar tensiones y energías negativas así que, viendo que la risa es un método infalible que disminuye nuestros niveles de ansiedad, tensión y que fortalece muestro sistema inmune; no se necesitan más motivos para ver Las amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas.

Como tampoco necesita este show una escenografía muy sofisticada ni una iluminación muy elaborada, puesto que Luis Piedrahita –solo sobre el escenario y acompañado de una silla, un micrófono y una pantalla sobre la que se proyectan palabras en contadas ocasiones- consigue llenar todo el espacio con su cuidado y preparado texto al que añade alguna que otra magistral improvisación que dota de frescura al espectáculo. No hace falta nada más. El minimalismo escénico permite que fijemos nuestra atención únicamente en este polifacético gallego que no deja de hablar con maestría durante 80 minutos. Una maestría que se noto cuando, durante varios minutos, se fue la luz en toda la sala y dejó de funcionar hasta el micrófono; un suceso del que el monologuista salió airoso gracias a su imaginación e ingenio. En ocasiones me sigo preguntando si realmente el apagón no formaba parte del espectáculo.

La temática de su monólogo va cambiando: los ascensores, las nuevas tecnologías, los hoteles, la envidia, las esperas, invención de nuevos vocablos… Y aunque recurre a muchos tópicos (como suele ser habitual en este campo) el resultado es un show dinámico desde incluso antes de que comience oficialmente; por ello recomiendo llegar con la suficiente antelación como para disfrutar de la espera que Luis nos tiene preparada.

Sí es cierto que, como todo espectáculo de humor de larga duración, no tiene el mismo nivel durante toda la representación, aunque a veces se agradece que sea así para dejar descansar esos más de 400 diminutos músculos que activamos cada vez que nos reímos tras las ingeniosas ocurrencias de este cómico.

Así pues, dejemos fuera las preocupaciones del día a día y aprendamos a disfrutar de todo aquello que es capaz de provocarnos alguna que otra carcajada, como por ejemplo de Las amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas. ¡En pro de nuestra salud!

Crítica realizada por Patrícia Moreno

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