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23.01.2017 Críticas  
¿Quién escribe la historia?

Cierra el Pavón Kamikaze su ciclo Femenino Plural por todo lo alto. Reponiendo este magistral monologo escrito y dirigido por Miguel del Arco y con La Machi encarnando a Helena de Troya. Una interpretación sensacional y un absoluto goce de los sentidos.

JUICIO A UNA ZORRA lleva años dándole alegrías a Carmen Machi. De ahora en adelante me permitiré llamarla La Machi. Ese “La” que se pone delante de las grandes; La Portillo, La Espert, La Machi. No era mi primera vez disfrutando del talento de La Machi. La pude disfrutar hace años en “La Tortuga de Darwin” y más recientemente en “Antígona”. JUICIO A UNA ZORRA le permite interpelar al público, romper la cuarta pared escasos segundos después de iniciada la obra. Consigue La Machi nuestra atención indivisa. Juega sus armas de actriz consagrada con acierto y certeza. Su manejo de las pausas, sus momentos de ira, de rabia, de dolor. Como los juega, y como nos lleva a su terreno. Que tremendo repaso interpretativo nos da.

Sin duda, tener un texto tan brillante y agudo como el que le ha escrito Miguel del Arco es una baza casi infalible. Un texto que nos muestra a una Helena de Troya a la que todo el mundo ha vilipendiado. La zorra del título no es una alabanza a su posible astucia, es el adjetivo que le han colocado de manera despectiva. Pero ¿Quién se lo ha otorgado? ¿Quién ha escrito la historia de Helena? Helena está harta. No le importa que la juzguemos, no le importa que la creamos culpable de la guerra de Troya. Pero va a contarnos su historia, a viva voz, los detalles que esos hombres que escribieron su historia obviaron.

El texto es de una agilidad pasmosa. Incisivo, afilado, de un humor irónico. Y La Machi lo maneja con una maestría increíble. Miguel del Arco lo escribió para ella, y ella le ha dado al texto una vida única. No me extraña que el mismo Miguel del Arco no se canse de verla representando esta obra. Engancha y no te suelta.

Iluminación efectiva. Una larga mesa con botellas de vino y de la pócima egipcia para no derramar lágrimas. Helena consumirá las botellas a medida que su verbo se va haciendo cada vez más hábil. La explicación fantástica de su árbol genealógico se tornará en su confesión de amor. Y durante la explicación nos encontraremos riendo y llorando, nos golpeará en la sien la repetida pregunta: ¿Quién escribe la historia?

Al cabo de una intensa hora, Helena está despojada de culpa, liberada. Nuestro veredicto es lo que menos le importa. Que su padre Zeus la repudie, le importa un bledo. Ella nos ha contado sus sentimientos más puros. Se ha dejado sus emociones desparramadas en el escenario. Solo le queda el consuelo de haber conocido el amor verdadero. Su amor por Paris, el amor que desencadenó la tragedia, o que más bien, se utilizó de excusa para saciar el ansia de poder de los hombres.

Contemplar a Helena/Machi es un lujo que nadie debería perderse. Una reflexión filosófica más que saludable y una función de esas que te enorgulleces de haber presenciado. Cuando puedes decir: ¡Yo vi a La Machi, y la vi con un texto de Miguel del Arco y además en el Pavón Kamikaze! Coincidencias así no hay que dejarlas escapar.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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