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27.12.2023 Críticas  
Historia viva del bolero y la canción melódica hispana

Ateniendo a sus historiales musicales, el cartel de este concierto que ha pasado por el Teatre Apolo de Barcelona es exactamente eso: pura historia de la música (bastante romántica) en Hispanoamérica. Nada menos que el trío Los Panchos (con la última primera voz del trío original, Rafa Basurto) y la actual formación de Mocedades (junto a una de las fundadoras, Izaskun Uranga).

Empecemos por los que empezaron antes: el Trío Los Panchos se fundó en 1944 en Nueva York, con el portorriqueño Hernando Avilés (primera voz) y los mexicanos Chucho Navarro (segunda voz y guitarra) y Alfredo Gil (tercera voz e inventor e intérprete del requinto, descendiente de la guitarra). Cuando Avilés dejó el grupo definitivamente en 1958, le sucedieron otros primeros cantantes bolivianos, portorriqueños, mexicanos e incluso la estadounidense de herencia sefardí Eydie Gormé, hasta que en 1976 pasó a liderar la formación Rafael Basurto, el último primer cantante que actuó con los otros dos componentes originales de Los Panchos. Más de 100 discos y más de 1000 canciones en el haber de la formación.

Y aquí teníamos, en Barcelona, a Basurto, rompecorazones en los 70, hoy entrañable viejito de 82 años, aún con un sentido del humor y el amor, una picardía y una agilidad vocal llenas de vida, y arropado con unos músicos fenomenales, más jóvenes, con unas voces que siguen sonando a Los Panchos. Durante cerca de una hora desgranaron grandes éxitos como «Perfidia», «Quizás, quizás, quizás», «Sabor a mí», «Nosotros», «Si tú me dices ven», «María Elena» o, en sentido homenaje a Armando Manzanero, «Esta tarde vi llover». Incluso haciendo guiños instrumentales a otros clásicos como «Me voy pa’l pueblo». Incluso con la distancia de los años y los cambios en la alineación Los Panchos sonaron totalmente auténticos, y sobrecogieron a la audiencia internacional del Teatro Apolo para la que esas diferencias no eran más que la pátina de los años sobre una verdadera leyenda del bolero. Todas las canciones eran coreadas, todos los sentimientos estaban a flor de piel, el sentimiento generalizado era de estar ante un acontecimiento legendario, una oportunidad que ya no esperábamos tener.

Se van Los Panchos y llegan Mocedades: para quien se haya perdido, una brevísima historia. La formación original se funda en 1969 en Bilbao, y en 1993 varios exmiembros fundaron a su vez el grupo El Consorcio (que actuará en Barcelona el próximo mes de enero). El gran desbarajuste llega en 2013 cuando grandes desavenencias entre Izaskun Uranga (una de las fundadoras originales) y Javier Garay (también fundador pero que no empieza a grabar con ellos hasta 1971) llevan a la escisión en dos grupos que aspiran al nombre Mocedades con una gran pugna en redes, medios y juzgados.

La formación de Mocedades que se presenta en el Teatre Apolo es la de Izaskun, junto a José Miguel González, Toni Menguiano, Rosa Rodríguez (solista principal), José María Santamaría e Idoia Uranga (hermana de Izaskun, Amaya y Estíbaliz, y viva imagen de esta última). En las presentaciones, un grupo que justo ahora empieza a dejar de querer reivindicarse, pero al que aún le cuesta hacerlo del todo. En lo musical, y tras un inicio un poco frío que no tardó en resolverse al par de canciones, un sonido Mocedades bastante logrado (y en el que la veterana Izaskun sigue teniendo mucho que ver) y un setlist que hizo un repaso por todas las etapas del grupo, desde el «Pange Lingua» del primer disco, «Adiós amor» y «Eres tú» del cuarto, grandes éxitos como «Amor de hombre», «Secretaria», «Quién te cantará» o canciones de ida y vuelta como «La otra España». Incluso el «Un poco de amor», la versión del «Somebody to love» de Queen que Mocedades grabará en el 81, con la que se lució Menguiano.

Un recorrido muy completo y satisfactorio que acabó reuniendo en el escenario a Mocedades con Rafa Basurto, en un final de fiesta por todo lo alto. Dos grupos que tienen como mejor baza su repertorio y sus grandes voces, y que emocionan a cada momento empastando voces e instrumentos con un sello propio y tremendamente nostálgico… y a la vez vivo y presente. 50 años de eternidad. Dos horas de canciones directas al corazón, pura educación sentimental.

Crónica realizada por Marcos Muñoz

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