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23.06.2018 Música  
Pastora Soler encandila en el Festival Jardins Pedralbes

La artista sevillana Pastora Soler presenta en el Festival Jardins Pedralbes su último disco ‘La Calma’ tras cuatro años de parón profesional. Durante su concierto, Pastora recibe todo el cariño del público en un concierto lleno de sentimiento con un mensaje claro: un gracias a la vida.

Ella es Pilar Sánchez Luque, suma más de 20 años subida a los escenarios y tuvo unos inicios muy enfocados al flamenco-pop. Algunos la conocerán por ‘Corazón congelado’, un hit en el que la vimos bailando con pantalones acampanados y melena al viento; otros por ‘Dámelo ya’, un ejemplo de manual de la música que se hacía en España en los años 90. Para aquellos que se quedaron con la Pastora Soler de esa época debió ser toda una sorpresa aquella actuación estremecedora y llena de fuerza que ofreció en Eurovisión en la edición de 2012.

Entre una y otra Pastora Soler han pasado los años y unos tantos discos que han situado a esta sevillana en el ‘dream team’ de las artistas que con su voz encandilan, que cantan desgarradas y que estremecen en cada uno de los giros de voz que hacen como si nada en sus directos.

Esta noche en el escenario del Festival Jardins Pedralbes aparece una Pastora Soler en traje blanco rebozado de lentejuelas para presentar su último disco, ‘La Calma’, tras un parón de cuatro años durante el que ha experimentado la maternidad y ha cargado pilas para seguir dando lo mejor de sí en lo alto de los escenarios. El resultado de este último disco es un canto a la vida, al dolor y a las ganas de vivir que Pastora Soler derrocha por los cuatro costados.

Y con esa energía y durante un concierto principalmente centrado en sus últimos discos publicados, de ‘Te despertaré’ de su anterior disco ‘Conóceme’ o ‘Si tú me abrazas’ (La Calma), la sevillana crea una atmósfera mágica en los Jardines de Pedralbes. Como quien no se da cuenta del efecto que ejerce, Pastora Soler se pasea de lado a lado del escenario buscando el contacto visual con todos y cada uno de los que estamos esta noche en los Jardines de Pedralbes.

Como quien no quiere la cosa y sin apenas darnos cuenta, Pastora Soler fusila en cuestión de cuatro minutos sus canciones más antiguas en un ‘medley’ en el que mezclará ‘Corazón congelado’, ‘Dámelo ya’ y alguna que otra vieja gloria de su carrera profesional. Un mero trámite para seguir con ‘Si tú me abrazas’ y ‘Será mejor’, ambas de su último disco.

Tras una breve pausa, Pastora Soler esta vez vestida de largo y también de blanco, seguirá con el concierto rodeada de sus músicos, excelentes coreógrafos de las deliciosas filigranas que la voz de esta sevillana dibuja en la noche de Barcelona.

En un momento dado, el público suspira aliviado al ver que Pastora Soler entona la copla ‘Te quiero más que a mis ojos’, género que no podía faltar en un concierto con esta artista, cuyos inicios e influencias beben directamente del flamenco y la copla. Todo un homenaje a sus raíces y todo un regalo para los que estamos presentes esta noche en el Festival Jardins Pedralbes.

Tardará poco más en hacer referencia al parón que la apartó de los escenarios durante unos años y agradecer el cariño que ha recibido tanto de su familia como de sus seguidores para volver a la música. Y así, con una Pastora Soler sincerada y contenida en su discurso sobre su vida personal, bajará a la platea a repartir cariño mientras canta ‘La mala costumbre’ y nos iremos al bis con ‘La Tormenta’.

Al volver de la pausa, con una Pastora Soler vestida de rojo y acompañada de un cajón y una guitarra española, cantará ‘Qué no daría yo’ de Rocío Jurado para seguir con una canción escrita por ella misma y dedicada a su hija, ‘Estrella’ y acabaremos el concierto con otro tema de su último disco, ‘Invencible’. Nos despedimos de Pastora Soler con un largo aplauso mientras ella agradece una y otra vez al público y el público le agradece a ella su delicadeza, su carácter y el haber vuelto a los escenarios manteniendo su esencia y compartiendo con todos esas ganas de vivir.

Crónica realizada por Bea Garrido

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