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05.03.2018 Críticas  
Y cuando salimos del teatro… llovió

Sí; me da vergüenza reconocerlo. Pero a estas alturas de mi vida aún no había visto Singin’ in the rain, aun sabiendo a ciencia cierta que es un clásico entre clásicos del género musical y que el éxito que ha cosechado desde su estreno era totalmente merecido. No era cuestión de dudas sino de falta de tiempo y necesidad de elegir.

Que el reparto cuente con Gene Kelly, Debbie Reynolds y Donald O’Connor, que sea una producción de la MGM y que esté dirigida en parte por Stanley Donen (de quien ya conozco su buen hacer como director por largos como “Siete novias para siete hermanos”, “Dos en la carretera”, “Charada” o “Una cara con ángel” entre otras) es garantía sobrada de que es una obra maestra del cine.

Así que cuándo me enteré que la reponían en Barcelona, en un teatro clásico de la ciudad condal como es el Teatre Tívoli y en una edición especial solo con las voces y la música a cargo de la Orquestra Simfònica Camera Musicae (quien ya tiene experiencia en estos haberes) no me lo he querido perder.

Y el resultado no ha decepcionado. Aunque para ser sinceros, el audio de la película no era el mejor que hubiéramos esperado ya que algunas ocasiones, las voces de los actores quedaron ahogadas por la orquesta, pero las ganas con las que esperábamos disfrutar de la ocasión fueron superiores a ese pequeño fallo de sonido y el disfrute general del conjunto fue excelente.

Los números musicales, entre los que resaltan el tremendo “Make ‘em laugh” interpretado por O’Connor, el “Good morning” de los protagonistas o el célebre número de Kelly bailando bajo la lluvia en “Singin in the Rain” arrancaron efusivos aplausos entre la platea mientras el resto del tiempo se respetaba el silencio requerido para disfrutar de un espectáculo de estas dimensiones.

La preciosa sala de un teatro “de los de toda la vida” de Barcelona, una pantalla de cine y 65 músicos, donde se podían encontrar vientos, cuerdas, percusión y hasta una sección con batería y guitarra eléctrica, todos bajo la dirección (y la batuta) del maestro Anthony Gabriele eran los ingredientes que consiguieron que el público, sin dudarlo, se levantara en su mayoría a ovacionar el gran trabajo que duró 2 horas (con 20 minutos de entreacto) esa noche.

Igual que decimos que al sonido original le faltó algo de fuerza también hemos de ser justos con la verdad y reconocer que la compaginación entre orquesta y vídeo fue perfecta al milímetro, lo que contribuyó aún más el deleite de todo espectador.

Quiero felicitar desde aquí iniciativas como estas, en las que se reúne música en directo, cine de calidad en un entorno como es el teatro. Todas las disciplinas de las que muchos nos profesamos admiradores en una sola función. ¡Esperamos la próxima cita con los brazos abiertos!

Crítica realizada por Diana Limones

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