novedades
 SEARCH   
 
 

08.08.2016 Críticas  
Aplauso coreográfico para los que miran de frente a la madurez

El Grec 2016 ha convocado sobre el escenario del Mercat de les Flors un trabajo de Sebastián García Ferro. +45 es, sin duda, uno de los espectáculos de danza que más entusiasmo ha despertado en las plateas de la ciudad. Una propuesta que integra, como pocas, la disciplina artística como patrimonio social.

El ideario de Arthur Schopenhauer está muy presente en el punto de partida, que nos sitúa en este territorio entre físico y emocional por el que transitamos a partir de la cuarentena. Un período en el que, de algún modo, hemos ido conformando nuestra identidad y capacidad para mostrarnos al mundo y al que, a partir de ahora, nos enfrentaremos. Ya sea para corroborarnos, para analizarnos o confrontarnos, para investigar(nos) o para reformular(nos).

En +45 la dramaturgia de Ferran Dordal no hace más que sumar a la idea, coreografía y dirección de García Ferro. La labor de ambos coincide en situar el cuerpo y los movimientos en un primer plano escénico y estético, jugando con el movimiento por el espacio vacío. A los creadores e intérpretes (Bebeto Cidra, María Cabeza de Vaca, Isabel Tapias, Guillermo Weicker, Joan Palau y Olga Álvarez) se les unen cincuenta y cinco figurantes y, de esta colaboración, de su interacción sobre el escenario (y fuera) la magia de la alegoría se torna corpórea. Se materializa convirtiendo en objeto del poder idiosincrático y temperamental de la danza el cuerpo de estos sujetos. La subjetividad de la objetivación. La traslación de cada espectador de su posición fija y sedentaria sobre la butaca hacia una maravillosa asimilación ilusoria para con alguno de los cuerpos que danzan en escena. En la vida. La labor de García Ferro, así como de los cabezas de cartel para guiar e integrar en el espectáculo a estos compañeros de viaje que somos figurantes y públicos resulta verdaderamente inspiradora.

Hay una muy feliz convivencia en este espectáculo de la escenografía y la iluminación, ambas de Xesca Salvà. Obviamente, en un espacio en el que deben coincidir sesenta intérpretes al mismo tiempo, la necesidad de amplitud para liberar al máximo cada movimiento es un requisito indispensable. La utilización figurativa de los cuerpos convierte, de alguna manera, a coreografía y escenografía (o utilería) en sinónimos. Salvà sabe aprovechar las posibilidades de la sala en la que se mueve y conmueve con el uso final de la iluminación sobre las tablas en negro, espacio abstracto que da cabida al mutis coreografiado de los intérpretes. En última instancia, el espacio iluminado sirve de cómplice caja de resonancia de la no menos evocadora composición musical, también de García Ferro.

Por una reivindicación del bailarín veterano, símbolo de un espectador veterano y, por extensión, figura de un ser (social) humano veterano y, especialmente, por su capacidad para trasladar esta premisa al contexto artístico a través de una disciplina muy concreta, +45 es uno de los espectáculos imprescindibles de ésta y de cualquier temporada. Lo mismo por la habilidad de integrar el discurso sobre la función social del arte antes que como bien de consumo dentro del ideario de la propuesta coreográfica. Del mismo modo, el desparpajo y sutilidad de los intérpretes para transformar gestos o movimientos cotidianos en coreografía sin que apenas notemos la translación merece no sólo la más sincera ovación sino el más absoluto respeto.

Crítica realizada por Fernando Solla

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES