Menuda orgía metalingüística y transversal la que nos han preparado Jordi Oriol y Xavier Albertí en La Seca Espai Brossa. Una fantasía escénica en la que el idioma, el teatro y la música se convierten en protagonistas y jugadores de un artefacto expresivo que experimenta con la efusividad de la libertad artística y su representación del individuo.
El ritmo lo marca el lenguaje y su gramática. Jordi Oriol ha creado un texto que ha sabido vestir con las oportunidades que ofrece la lengua catalana para satirizar y combinar a partir de las cópulas entre palabras y oraciones y el inventivo uso de los adverbios. Aprovechando toda su carga significativa y desarrollando una modificación constante de su sonoridad y musicalidad, las pausas aliteradas y voluntariamente desordenadas dotarán de una nueva significación a la ya existente.
A partir de “La tempestad” de William Shakespeare y de “La peste” de Albert Camus, sin olvidarnos de la Sonata para piano núm. 17 en Re menor, opus 31 núm. 2 de Beethoven, que a su vez se inspira en la citada obra del bardo, Oriol nos presenta su particular reescritura. Él mismo es el principal intérprete, acompañado al piano por Carles Pedragosa. El juego empieza, pues, con el título. La envoltura retórica se recibe con atención expectante y el espectador participará con una escucha siempre activa gracias a la perfecta dicción y articulación del actor que transmite un magnetismo arrollador durante toda la representación.
Otra de las sorpresas de L’EMPESTAT es, evidentemente, la escenografía de Alex Aviñoa y Sílvia Delagneau. Sobre una oscura estructura metálica un piano, tercer protagonista de la puesta en escena. La caja la abrirán y utilizarán a placer ambos intérpretes, introduciéndose y saliendo de ella en lo que supone, además, un verdadero y retador ejercicio físico, especialmente para Jordi Oriol. Cubriéndolo todo, la tercera (cifra importante en esta producción) tormenta. Durante toda la función, unos imperceptibles surtidores materializarán la ilusión de una lluvia constante. Sobre la totalidad del espacio escénico y, por tanto, de los artistas y el piano, que hasta se convertirá en una improvisada marisma. Realmente, una de las puestas en escena más hermosas que se han podido ver esta temporada.
El rigor y sabiduría musical de Albertí, así como su sensibilidad para con la adecuación del lenguaje a cada una de sus propuestas, se convierten en los principales aliados del texto. Su dirección orquesta una convivencia feliz y pluscuamperfecta entre música y texto, convirtiendo en sinónimos estos dos elementos a través de su resonancia. El diseño de sonido de Roc Mateu permite que esto suceda, equiparando las disciplinas técnicas de esta propuesta a las artísticas. La sobriedad del vestuario (también de Sílvia Delagneau) así como la adecuación de la iluminación (repite Alex Aviñoa) terminan de acercar todos los factores que intervienen en la función a lo que resulta una comunión ideal.
Finalmente, L’EMPESTAT resulta una verdadera lección, lúdica y trascendente por partes iguales, de la capacidad de una lengua, en este caso la catalana, para mostrar ni que sea a través de un uso tan peculiar como el de aquí, todas las inquietudes artísticas de los implicados en la ejecución y recepción de un espectáculo en el que el lenguaje recupera todo su protagonismo. Se suele decir, que a través de las palabras demostramos al exterior nuestra realidad más inmediata. En este caso, prima su deconstrucción como expresión del caos interior que sea quizá lo que mejor nos define como individuos.
Crítica realizada por Fernando Solla