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27.06.2016 Críticas  
¡Viva el circo de GARBUIX!

El ciclo de verano Variety del Teatro Condal de Barcelona brilló la semana pasada con GARBUIX, espectáculo de circo producido por el Ateneu 9 Barris que se estrenó la pasada navidad. Y ya desde estas líneas iniciales queremos dejar constancia que los tres días que ha estado en cartel son escasos y que merece programarse como es debido en una temporada estable.

GARBUIX es circo pensado para realizarse en un teatro sin por ello renunciar a sus señas de identidad: hay lirismo y poesía, como parece estar a la orden del día, pero también clowns (sin necesidad de pinturas), equilibristas y trapecistas. Todas ellas, por cierto, mujeres: Jessica Arpin, Juana Beltrán, Jessica Martín, Lola Ruiz y Serena Vione, bajo la dirección de Guillem Albà y Alberto Feliciate. No hay historia y sólo el más mínimo hilo conductor de un número al siguiente, por el que pasan un grupo de monjas, todas las formas imaginables de montar una bicicleta, una chaqueta mágica, un combate de boxeo, varias lluvias de cojines e incluso ¿un oso?

El ritmo de la obra es constante, y la hora justa que dura el espectáculo pasa muy rápido. La música de Clara Peya ilustra perfectamente varios de los números, en los que las artistas encarnan personalidades, más que personajes. Todas tienen su ocasión para brillar, pero quizás destacaría las evoluciones ciclistas de Jessica Arpin (primero en solitario y luego con su tocaya Jessica Martin, divertida payasa), así como el trapecio de Lola Ruiz, que domina con fuerza y fingido abandono. Serena Vione tiene con ella un precioso número en el mástil, quizás menos llamativo, pero delicioso de principio a fin. A la argentina Juana Beltrán le toca el papel de payaso serio, que combina con la danza, el mano a mano e incluso el lanzamiento de cuchillos.

Por último, destacar también el títere que hace su aparición en la parte final del show, que podría perfectamente tener su propio espectáculo y que las artistas manejan, conjunta o individualmente, con una precisión y una efectividad conmovedora. Como el vestuario que firma Roberta Petit (entre lo urbano, lo gimnástico y, sí, lo circense), engaña con su aparente simplicidad, pero consigue emocionar ya desde el diseño, y cumple sobradamente con sus objetivos.

Damas y caballeros, ¡pasen y vean!; el mayor espectáculo del mundo, puede ser también muy pequeño. Con la exigencia técnica y la entrega escénica de estas cinco artistas, sólo podemos desear que GARBUIX vuelva muy pronto.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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