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13.06.2016 Críticas  
Crecer en la América de Harvey Milk

Cuando uno necesita explicar quién es, cómo ha sido su infancia, pero ese es un lugar al que no quiere volver, al que nunca perteneció, surgen mecanismos entre imaginativos y teatrales que reconstruyen el pasado. Es la clave de la obra que la compañía La Utópica ha estrenado en el teatro Porta 4 de Barcelona: HOME, SWEET HOME.

La obra nos presenta a los cuatro hermanos de una familia americana de clase baja de los años 70: Petra (Laura Manchón), llena de un vacío existencial y asediada por la pobreza; Sparks (Francesc Abril), el hermano mayor, un tipo turbio y violento metido en ambientes poco recomendables, Willy (Iris di Cassi), que ha logrado salir del barrio metiéndose en política, por la extrema derecha; y el narrador, el pequeño Timothy (Marc Fabregat), que oscila entre su infancia y su adolescencia para explicarnos cómo interpretaba todos los amargos detalles que pasaban a su alrededor. O más bien, cómo los filtraba.

Hay un protagonista más: la ciudad de San Francisco, durante los momentos clave durante los años 70 que la transformaron en lo que es hoy. El ascenso y el asesinato de Harvey Milk forman parte de un trasfondo social en el que se mueven los cuatro personajes, y que aunque pueda parecer muy lejano les afectará de lleno.

El texto de Jaume Viñas ya da herramientas a los actores, pero la dirección de Ester Cort es esencial para llevar la obra a buen puerto. Manchón, Abril y DiCassi miden bien sus interpretaciones, para marcar momentos de intensidad en sus respectivas oscuridades, y a la vez presentar el mundo más juguetón (y hasta idílico) que pasa por la cabeza de Tim, que nunca es del todo ajeno a lo que pasa a su alrededor. Fabregat apenas roza la adolescencia y la juventud en sus narraciones, la mayor parte del tiempo se mantiene o se refiere a su infancia, pero sostiene perfectamente el peso de la obra, haciendo que traguemos mejor la píldora amarga de esa vida terrible, y aumentando el choque de los peores momentos, que ocurren yuxtapuestos a sus fugas mentales.

Fugarse puede ser necesario para sobrevivir. No cambiará el mundo, pero puede ayudar a intentar sobrevivir a él: le ocurre a todos los personajes, de una manera u otra, todos tratan de huir de quienes son, de su pasado, de su presente o de su aciago futuro. Tim es el reflejo más puro de esos cuatro personajes atormentados que están condenados a llevar la misma sangre y a convivir, por ello. Desde la rabia o desde una fingida ignorancia, siendo lobos para el hombre o pequeños topos. Odiando u olvidando.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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