DIVERSIONES ORIGINALES se ha presentado en el teatro Condal de Barcelona dentro de su ciclo estival Variety. Y el titular de esta crítica ya deja constancia del choque de sensaciones que sentimos al asistir al nuevo espectáculo de los aragoneses B Vocal. ¿Nos ha gustado, no nos ha gustado? Si sólo tuviéramos que responder a esa pregunta, aún estaríamos escribiendo estas líneas.
Como espectáculo que versiona temas (y estilos) conocidos a cappella, DIVERSIONES ORIGINALES funciona magníficamente, con una puesta en escena colorida y potente, unas voces variadas, bien conjuntadas y con un espectro amplio, y con una combinación de las técnicas clásicas (más líricas o corales) y modernas (beatboxing…) interesante. Tienen registro, todos ellos son capaces de llevar las riendas de determinadas canciones, y el juego de luces de su espectáculo saca lo mejor de cada pieza. Pasa lo mismo cuando cantan Earth, Wind & Fire, The Police o Joan Manuel Serrat, en los números latinos de Fermín, como en sus temas propios: de hecho, dos de los mejores números del espectáculo son suyos, la canción del cambio de sexo y el serio cuadro flamenco que protagoniza Juan Luis.
Y los gags musicales recurrentes también funcionan: incluso si juegan con elementos que podríamos llamar “bastos” o “chabacanos”, los combinan con otros más elegantes, en ese choque está el humor. Lo que no funciona, porque impacta frontalmente con el estilo de todo lo demás sin nada que lo mitigue, son la mayoría de los gags que hilan entre números, con un humor entre Faemino y Cansado y Martes y Trece en las formas, pero no en el contenido, que apunta bajo. Es decir, hay todo un trabajo de construcción y puesta en escena evidente en las canciones, que en la mayoría de gags fuera de ellas brilla por su ausencia: casi todas esas bromas parecen improvisadas; en la función de fin de curso del instituto, para más señas.
Tampoco funciona el recurso (usado hasta tres veces durante el show) de interrumpen canciones para, repetitivamente, reñir al público por no seguir bien la canción, pararla, dar una clase, y continuar. En ocasiones incluso cuando la canción ya casi había terminado. No funciona porque a las alturas de la tercera parada la platea ya está harta. Hay maneras y maneras de invitar a la participación musical (véase la de “Concerto a tempo d’humore”) y cuando queda en manos de Augusto, la de B Vocal no conecta.
Mención aparte la vergüenza ajena sufrida durante el número de Pretty Woman, o mejor dicho, durante su presentación: nada que objetar al tema de Ray Orbison, ni a que elijan a una espectadora para cantarle el tema. La manera en que la trataban en escena, sin embargo, con continuas caricias de uno de los miembros, por ejemplo, sí que parecían totalmente fuera de lugar y absolutamente cosificadoras; incluso si se trata de una colaboradora del grupo y no de una auténtica espectadora, la imagen que dan se acerca a lo denigrante. Si yo hubiera sido ella, me hubiera bajado indignada.
¿Os puedo decir, entonces, “huid de B Vocal”, “no os acerquéis ni con un palo”? Ni de lejos. En lo musical son buenos; cuando llegan los bises, queremos más. Más música, no más chistes baratos. Como grupo a cappella, B Vocal demuestra sobradamente porqué son un fenómeno internacional, merecen mucho la pena. Sus canciones humorísticas, incluso, dan en el blanco. Su humor entre canciones cansa rápido, le sobra caspa y alarga innecesariamente la velada. Si es un recurso para descansar la voz entre números, habría que buscar otro. Por ahora, tengo que decir: id a escuchar a B Vocal, pero id precavidos.
Crítica realizada por Marcos Muñoz