Hay representaciones que se convierten en hitos históricos. Ya sea por la historia, el montaje, la polémica, la interpretación o la dirección. Esta REINA JUANA que acaba de desembarcar en ese maravilloso teatro que es el de La Abadía, con el tándem Gerardo Vera y Concha Velasco, va camino de convertirse en hito teatral.
Concha Velasco, a sus 76 años, con esa experiencia, con esa dicción trabajada y cautivadora, consigue con el apoyo de un montaje de elegante gusto, trasladarnos de la Corte de los Reyes Católicos al navío que la llevaba a su pactado matrimonio, nos mete en su encierro en Tordesillas, y vemos su proclamación en Toledo. Solo se me ocurre una palabra: Grandeza.
El texto escrito por Ernesto Caballero consigue darnos una visión de esa Reina a la que muchos conocemos solo por el sobrenombre de La Loca. En una hora y media, la clase de historia es magistral, y se abren ante nosotros capítulos desconocidos de la desgraciada vida de esa malograda Reina. La encargada del relato es la Reina misma, en una confesión alejada de la liturgia requerida, esa confesión que nunca quiso hacer y que se añadió a su inducida locura. Esa confesión que se convierte en el relato vital, en el que nos contará su infancia, su miedo en el viaje hacia Flandes, al encuentro del que sería su esposo, su encierro.
En escena, la iluminación de Juanjo Llorens es magistral. El montaje en aparente sencillo, se desvela mucho más profundo de lo que en principio se intuye. La música juega un papel importante, y luego esta ella. Una actriz dotada del arte que solo algunas pueden alcanzar. Con que facilidad nos traslada de un sitio a otro, con que maestría nos agarra y no nos suelta hasta el último momento.
La interpretación sube de intensidad desde el encuentro con Felipe el Hermoso, cuando se hacen patentes los celos que consumieron a la Reina, de ahí en adelante el relato consigue un ritmo trepidante emocionando y asombrando. Lo que hace Concha en escena es de otra galaxia, pertenece al reducido conjunto de intérpretes que consiguen que no les dejes de mirar ni un segundo. Son tantos sus matices, sus giros, sus movimientos, que no quieres perderte ni uno de ellos.
Gerardo Vera como director es una apuesta segura, y aquí lo ha vuelto a hacer, dotando de una dimensión desconocida al personaje de Juana de Castilla. En el coloquio posterior a la función, mencionaba el director que ha descubierto tanto sobre este personaje, que no descartaba hacer algún otro montaje contando más historias del personaje.
Cuando en una sala abarrotada se oye el silencio, se palpa la intensidad, se siente la reverencia y cuando el aplauso se queda en algo corto para expresar el asombro y el agradecimiento, entonces ha ocurrido la magia. La magia de un arte universal, la magia de lo irrepetible. Cuando hay que frotarse los ojos al salir y pellizcarse, entonces la vida durante unos minutos deja de ser rutinaria. El viaje al pasado con una nave del presente y con una actriz atemporal que es REINA JUANA, es de los que merece la pena.
Crítica realizada por Moises C. Alabau