Toni Moog continúa con su eterna gira de espectáculos varios acercándonos a la capital catalana, por tercera temporada consecutiva, su monólogo FOLLAMIGAS, otra vez en la Sala Capitol.
Todo parece indicar va a haber algo diferente a lo visto anteriormente, por ejemplo en Blanca Navidad, pocos meses antes. La decoración ha variado, a su ya famosa mesa alta de bar se unen un sofá de dos plazas y un proyector donde se definen los diferentes puntos que marcan los que es una relación de solo sexo y lo que es amistad o relación de pareja. Toni, en otro cambio, nos espera sentado en dicho sofá y nos explica el porqué. La decoración, pese esas ligeras variaciones, es austera, como todo monologuista que se precie importa lo que dice y no donde lo dice.
Tras la presentación y el consiguiente “impacto” visual da comienzo el monólogo y una vez Toni Moog abre la boca sabes que va a ser el Toni Moog de siempre, para lo bueno y para lo malo.
La platea, que no estaba llena, aplaudía y rompía a reír con sus bromas y su “sudalapollismo” (sic) pero se notaba en el ambiente que le faltaba algo, o más bien le sobraba. Ese algo era que durante toda la función la repetición de chistes utilizados en otros monólogos era constante, diría que un 70%, punto arriba punto abajo, se habían escuchado ya en otros de sus espectáculos. Lo peor de un chiste es que cuando te lo empiecen a contar ya te sepas el final. Aún así, pese a esos defectos, hay que reconocer que gracia tiene un rato.
Exactamente lo mismo sucedió con Albert Boira, que disfrutó de sus diez minutos de rigor. Cuando empezó a hablar de los valores, positivos, de la hierba fumada me temí lo peor, ya lo conocía, ya lo había oído poco antes. Por suerte al poco encauzó su aparición y fue directo al tema central, el sexo sin compromiso, que es lo que espectador fue a disfrutar. La risas no son igual de atronadoras cuando está Boira que cuando está Moog pero hay que reconocer que tiene tablas pero su estilo, un poco (solo un poco) más sutil, puede que no se adecue al espectador que va a ver chistes un más fuertes que comienzan, y terminan, con insultos.
Los momentos de interacción con el público, cuando dan rienda suelta a la improvisación y a esa gracia que les viene de serie, son los mejores y descacharrantes.
Al final del espectáculo hacen una serie de preguntas a alguien del público elegido al azar, normalmente una chica, y a partir de ahí hilan la respuestas para crear una historia basada en la vida del personaje en cuestión diciendo cada uno una palabra, en una gran muestra de la capacidad de improvisación.
FOLLAMIGAS es recomendable para quién guste del talento y el estilo de este monologuista de postín pero, si se puede aceptar un consejo, mejor degustarlo en dosis dilatadas en el tiempo para no sentirse un poco fuera del ambiente y del monólogo en sí.
Crítica realizada por Manel Sánchez