Estos días, y hasta el 24 de abril, puede verse en la Sala Leopoldo Fregoli de La Seca-Espai Brossa BRAIN, el nuevo espectáculo de Hausson, uno de los magos más conocidos en el mundo del ilusionismo. El artista presenta un montaje en el que los espectadores serán los que adivinen, por arte de magia, las cartas, tarea que suele estar destinada al mago.
Con un formato cercano y personal, Hausson basa su espectáculo en la colaboración del público: «La magia la hacen los espectadores», como reza su eslogan de presentación. Con ello se refiere a que atribuye a los poderes de la mente del público la feliz resolución de los números que se suceden durante los sesenta minutos de función. O, según cómo se mire, que el mago tiene capacidades de mentalista para ser capaz de adivinar lo que posteriormente adivinará el afortunado colaborador de la zona de butacas.
Los trucos no presentan grandes innovaciones, ni gran espectacularidad, ni cuentan con efectos especiales propios de una gran producción, sino que siguen la línea de la magia clásica y tradicional. Sin usar conejos y chisteras, Hausson hace alarde de su agilidad en los juegos de manos con cartas que aparecen y desaparecen, es capaz de adivinar qué dibujo ha elaborado el espectador-colaborador, o tragarse por separado un hilo y un puñado de agujas en un cóctel y luego sacarlas por la boca bien hilvanadas.
Escénicamente, se sirve de una pantalla en la que se reproducen los títulos de las secciones dentro del mismo espectáculo, o en la que proyecta trucos virtuales guiados por un alter ego del mago y que, de nuevo, tienen al espectador como supuesto artífice del número. Se le nota a Hausson la seguridad y la experiencia que le han dado sus años de carrera, distinguida con varios premios y desarrollada en escenarios de toda Europa y América. El público, entregado y dispuesto a dejarse hechizar, sigue con atención cada nuevo truco o exhibición de maestría. El número final supone lo más llamativo del espectáculo, por lo poco que tiene de herramienta de magia un taladro.
Es, en definitiva, un espectáculo ideal para quienes disfruten con la magia clásica de toda la vida y les guste implicarse y participar en el mundo del ilusionista. En cambio, es una función no apta para descreídos.
Crítica realizada por Esther Lázaro