Anteriormente ya habíamos visto y comentado algunas obras que tenían un marcado mensaje social y que, más allá de querer entretener al espectador, quieren azuzar el interés por los tópicos de hoy que nos siguen afectando en nuestro día a día.
Podemos recordar muchos casos en el que la cultura, especialmente el teatro, ha servido como megáfono para señalar los problemas vigentes de la sociedad de hoy. Pero en pocos casos la estética del teatro, es decir, el formato de expresar un mensaje a través de un escenario y de una interpretación ha quedado tan eclipsado por la potencia de su mensaje como en NINGÚ ET CONEIX COM JO.
La obra comienza con Sergi, un forense, disponiéndose a realizar la autopsia de Raquel, una atractiva mujer que supuestamente se suicidó durante una cena de Navidad. Sergi contempla sorprendido el cuerpo de la mujer, ya que no comprende por qué alguien tan atractivo decide terminar con su vida. La sorpresa se vuelve mayúscula cuando, justo antes de empezar la operación, Raquel se levanta, desconcertada y también sorprendida ante tal situación. Aunque la obra empieza con el ánimo ligero y de manera algo fantasiosa y cómica, la situación acaba degenerando rápidamente en un conflicto verbal e incluso físico entre las dos personas, mostrando la cara más oscura y aterradora de las relaciones entre mujeres y hombres.
Es difícil intentar sacar detalles que no estén relacionados con el tema de la obra: dejando a un lado la puesta en escena inicial, NINGÚ EN CONEIX COM JO es, válgase la redundancia, una meticulosa autopsia de una historia de violencia de género. Solamente con dos personajes y con el depósito de cadáveres como única ambientación, tenemos un relato visceral y amargo, con una pesada carga psicológica, de la tragedia y el triste desenlace del abuso emocional. Temas como la violación, los estereotipos de hombres y mujeres, la esquizofrenia que motiva al espiar a una persona que antaño fue lo que uno más quería… nada se deja un lado a la hora de mostrar una verdad que todavía atrapa a muchas parejas y familias en este mundo.
Uno no puede evitar salir del teatro con un regusto desagradable tras ver esta obra de Roger Peña. La obra está ejecutada a la perfección, de manera simple, quizás sin mucho más que agregar más que el diálogo de los personajes. Pero el realismo con el que nos encontramos en NINGÚ ET CONEIX COM JO no es para estómagos débiles. Es la cruda violencia que existe y que ocultamos bajo las capas de lo mundano y de lo privado. Quizás no haya mucha gente dispuesta a recibir la clase magistral que es esta obra, pero no se puede negar el importante valor didáctico y el empeño que se ha dedicado para hacerla.
Crítica realizada por Rubén Recio