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25.02.2016 Críticas  
Cuando Shakespeare se fue de reality show

Tomando prestado el titulo de un éxito de los Chemical Brothers, la Joven Compañía pone en pie un montaje transgresor, una gamberrada con un fondo de reflexión, una mezcla de actualidad y clásico que sale bien parada, a pesar de lo arriesgado de la misma y gracias a unos jóvenes que se dejan la piel en escena.

La Joven Compañía tiene ya una trayectoria de las que no hay que perder de vista, empiezan a ser sus propuestas de esas de presencia obligada para cualquier amante del teatro. Su “Señor de las Moscas” se quedó en mi recuerdo por largos días, y se espera con emoción el “Proyecto Homero”, con texto de Alberto Conejero y dirección de Guillem Clua, del que se empiezan a ver imágenes muy interesantes.

HEY BOY HEY GIRL, nos pone a Romeo y Julieta en la actualidad, en la cálida costa levantina, y como participantes de un reality de esos que las productoras televisivas se esfuerzan en vender como experimentos sociológicos, pero que no son mas que productos de consumo rápido a costa de la exposición de unos personajes que retratan las aristas de una sociedad que no parece tener más futuro, ni mas esperanza que la que se pueda derivar de las ondas catódicas.

Se zarandea el clásico de Shakespeare, el verso aparece y desaparece, pasamos de la jerga mas barriobajera a la exaltación del amor sin pausa y sin preámbulos, juega a favor del montaje lo fácilmente reconocibles que son los personajes del eterno clásico, es divertido ver como el autor ha identificado a todos claramente, y como la historia se va tejiendo del drama que al fin y al cabo es Romeo y Julieta. Jordi Casanovas, autor del texto, ha conseguido una pirueta doble con mortal hacia atrás y la impecable dirección de José Luis Arellano, exprime al máximo el texto y el talento de unos jóvenes entregados.

El elenco rezuma pasión, la juventud y la fuerza que desprenden todos contagia la sala, cierto es que son jóvenes, cierto que no tienen la experiencia y la contención de la madurez, cierto que las emociones posiblemente se les desbordan, pero tan cierto es eso, como que ver a esos jóvenes es una celebración de la juventud, y una brecha en una ventana por la que entra aire fresco, puro y sin contaminar. Estos chicos y chicas se pegan de verdad, no tienen miedo al dolor, son pura energía, son la generación que llenará los teatros en los años por venir. Quédense con los nombres de algunos de ellos.

Tienen un original montaje a su servicio, con una escenografía sencilla pero altamente eficaz, y una historia, que a pesar de ser tremendamente conocida se disfruta por el atrevimiento planteado. Quedan apenas tres funciones más de esta inocente gamberrada, si pueden ir a celebrar la vida con La Joven Compañía, no lo duden ni un segundo, yo me quité veinte años de encima de golpe.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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