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27.01.2016 Críticas  
Una magistral interpretación en la que postrarse a sus pies

Helena de Troya es la mujer más hermosa del mundo. La mujer más temida que acabó con un imperio. Un personaje con fuerza y carácter que visita el Teatre Goya de Barcelona tan solo durante 4 semanas; y no podemos más que postrarnos humildemente a su divinidad.

Hoy la juzgamos. La valoramos. Hoy somos el brazo ejecutor de Zeus para liberarla la prisión de la eternidad. Así inicia Carmen Machi su monólogo como Helena de Troya. La mujer más hermosa de todos los tiempos; pero por la que pasan los años, como a todo el mundo. Y es que ELLA (sí, en mayúsculas), Carmen Machi, nos deja pegados a la silla en un monólogo cruel, duro y maravilloso en el que vemos todas sus vertientes como actriz.

Acudir a ver JUICIO A UNA ZORRA debería ser obligatorio. Quien quiera actuar, debe acudir. Quien disfrute de la cultura, no se lo debe pensar. Quien no vaya casi nunca al teatro y no sepa qué obra ir a ver, esta es la obra que te marcará.

De la mano del director Miguel del Arco, Machi nos muestra un monólogo que hace pensar en la historia de la mujer en manos de los hombres, una historia de dolor regado por la pócima de Dionisio, un obituario manipulado para culpar a la mujer de todos los males de la historia. Ella quien fue raptada, violada y destruida por todos los hombres de su alrededor; quienes enamorados de su belleza, la trataron como un objeto preciado que exhibir.

Tras lo expuesto, el público tendrá la decisión de liberarla de la prisión de la soledad y el envejecimiento eterno o declararla culpable de tales delitos contra la humanidad.

Carmen Machi nos da en JUICIO A UNA ZORRA una lección de actuación. Ella, Helena de Troya, entera y segura de sí misma, expone los hechos ante el público y destroza su alma enfrente de su padre, Zeus, quien la obliga a permanecer encerrada por sus hazañas. Machi se expresa con la libertad que la caracteriza, creando momentos crudamente reales en el que el alma de Helena se destroza por lo sufrido (vivido). Por otro lado, pequeños puntos cómicos, ayudan a disipar el rayo acusador de su padre; haciendo ver que Helena de Troya era una mujer como cualquier otra.

Refugiada en el limbo de la eternidad, envejece ella y se consume su alma ayudada por la rica pócima que la hace no llorar. Porque si hay algo que nos deja claro, es que ella es fuerte, con ayuda de alguna copa, pero fuerte para enfrentarse a quién la intente pisar.

Crítica realizada por Norman Marsà

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