Desde su estreno en 1986, varias versiones de ¡AY, CARMELA! han recorrido España. Producciones pequeñas y grandes, montajes centrados en reproducir la época, la denuncia histórica o el aspecto musical de la pieza. Gataro eligió fijarse en sus personajes cuando la presentó en Barcelona en 2012, dirigida por Víctor Alvaro y protagonizada por Savina Figueras y Frank Capdet.
José Sanchis Sinisterra nos cuenta la historia de Carmela y Paulino (“variedades a lo fino”), una pareja de artistas que recorre los pueblos de la España de la Guerra Civil actuando para las gentes y las tropas republicanas. Hasta que un día cruzan sin querer al territorio conquistado por el enemigo, y deben entretener a las tropas franquistas… y a un puñado de prisioneros condenados a muerte.
Pero ¡AY, CARMELA! añade otro elemento a la mezcla, una trama paralela sobre un misterioso acontecimiento sobrenatural, que da pie a momentos reflexivos, poéticos y oníricos. Gataro hila perfectamente ambas historias, tejiendo sin costuras sus diversos tejidos en una sola pieza. Por un lado, unas gotas de clown y guiñol, por el otro, drama y comedia anclados en la realidad, sobretodo en la realidad de una pareja que es prácticamente lo único que tenemos en escena durante toda la obra. Hay otros personajes invisibles fuera de nuestra vista con los que se comunican, pero que nunca se llegan a echar en falta.
Savina Figueras y Frank Capdet sacan todo el jugo a sus personajes, tiernos, vulgares, tontos y sabios a la vez o por turnos, una pareja entrañable en cada una de sus secuencias y en todas las tesituras por las que atraviesan. Tanto entre bambalinas como ante su terrible audiencia, construyen unos seres que son constantes y creíbles, gracias a los diálogos. Aunque les sobrepasen las circunstancias, ésta es sobre todo su historia, como la desnudez del escenario ayuda a recalcar. Les apoya un delicado juego de telones y una iluminación de colores puros (obra de Victor AlGo) que añaden sentimiento y plasticidad, y nos permiten ver a los personajes en situaciones privadas e incluso atisbar su interior.
Hoy más que nunca, ¡AY, CARMELA! está vigente. Sanchis Sinisterra se avanzó al poner la vista en conceptos como la memoria histórica cuando nadie aún lo hacía. Pero esa es sólo una de las razones por las que disfrutar de este montaje: la fuerza, la belleza y la medida precisa del gesto teatral que se conjugan en escena lo hacen recomendable para cualquiera que quiera dejarse emocionar.
Crítica realizada por Marcos Muñoz