Cuando aún resonaban en el Teatro Capitol de Barcelona los últimos ecos de “Blanca Navidad”, Toni Moog vuelve a la carga con un nuevo espectáculo. En su línea habitual transgresora y sin tapujos, FOLLAMIGAS viene a reunir el factor tecnológico de “Facemoog” con la crítica a los solteros de “Singles”.
Quien conozca un poco las actuaciones de Toni Moog, ya sabrá que no se corta un pelo al expresarse, y con el tema del sexo en primer plano, es terreno abonado para el exceso. Empieza, sin embargo, un tanto “al ralentí”, sentado en un sofá, y en los primeros minutos del espectáculo esa poca actividad le pasa factura. Este Moog algo apagado, recuerda poco al tipo activo de sus apariciones televisivas o al que él mismo será en la parte final del show, un divertido experimento de improvisación que está entre lo mejor de la noche.
FOLLAMIGAS arranca con una breve proyección que nos recuerda las reglas de oro para una buena “follamistad”, pero ahí empieza uno de los problemas del espectáculo. Ese decálogo, y los divertidos dibujos de Albert Monteys que lo acompañan, dicen prácticamente todo lo que hay que decir sobre el tema de la obra; en consecuencia, la hora y media restante funcionaría mucho mejor como un monólogo de 10-15 minutos. El resto son chistes sexuales y escatológicos genéricos, largos espacios poco trabajados, y escasa elaboración de un mundo propio. Sin olvidar que durante casi un tercio, FOLLAMIGAS queda a cargo del partner y mentor de Moog, Albert Boira: es destacable que el segmento de Boira está mejor construido que el del propio artista titular, con personajes e historias de entidad mucho mejor enlazadas.
FOLLAMIGAS naufraga también un poco al plantear con coherencia su punto de vista: arranca con unos créditos al estilo Star Wars pero ridiculiza al tópico friki con granos; defiende el sexo por el sexo, aunque condena a los espectadores de programas del estilo de “Mujeres y Hombres y Viceversa”. ¿Es honesto, es irónico, es sarcástico? ¿Es sencillamente contradictorio?
¿Me reí viendo el espectáculo? Sí. ¿Aplaudí? Varias veces. Pero en muchas otras ocasiones que lo pedían, apenas sonreí, viendo un lugar demasiado común o una procacidad demasiado básica. A FOLLAMIGAS todavía le falta mucho trabajo para llegar a ser uno de los grandes títulos del humorista; tal y cómo está ahora, “sobra metraje” y brilla mucho más Albert Boira que Toni Moog.
Crítica realizada por Marcos Muñoz.