Tras su estreno en el 2023 dentro del Festival de Otoño de Madrid, vuelven a la capita, a la Nave 10 de Matadero, Nao Albet y Marcel Borràs con De Nao Albet y Marcel Borràs, último proyecto teatral juntos y despedida como pareja artística teatral dels nens bonics del teatro nacional.
Estamos a finales de 2055 y Nao y Marcel se reencuentran después de veinte años sin verse. Marcel está ingresado en un hospital. Le han diagnosticado una tipología de cáncer hasta hace poco desconocida: cáncer de Ego. Esta enfermedad, cada vez más común, se origina a consecuencia de un exceso de soberbia. El encuentro entre los viejos amigos desencadenará una serie de recuerdos de juventud. La retrospectiva de sus primeras creaciones les llevará hasta el año donde estrenaron De Nao Albet y Marcel Borràs.
De Nao Albet y Marcel Borràs es el two-men-show definitivo donde dramaturgia, dirección, interpretación, diseño de escenografía, de iluminación, vestuario, caracterización, espacio sonoro, asesoramiento de movimiento, video, documentación, voces en off, artes marciales y ayudantía de dirección son de Nao Albet y Marcel Borràs. Solo la producción, regiduría y gestión corren a cargo de la constante fumadora Anabel Labrador (que en es escena es también Nao Albet y Marcel Borràs). Vamos, un Joan Colom en toda regla.
Hace unos días cuando iba camino de Nave 10 de Matadero publiqué en Bluesky que tenía muchas ganas de ver a Albet y Borràs y que ese podría ser mi post de secuestrado porque yo a este par les he odiado fuerte en su aportación al panorama teatral. Y este es el caso paradigmático que me pasó con Angélica Liddell, pasando del odio al encantamiento en unos cuantos años.
En mis círculos de amigos les he debido acusar de vendehumos, burgueses catalanes, privilegiados, blancos blanquísimos, de mascleteros, de singracia, inventores y reformuladores de ninguna escena, y de malos actores. Todo esto he venido aquí a tragarmelo en escrito y en directo porque quizas momento vital, quizás anémico teatral (gracias Messiez por el concepto), quizas por el fantástico personaje de Enric en La Ruta, mis sentidos se han abierto y ahora puedo comulgar con la hostia que me quieran dar este par. Pun intended.
Yo era ateo, pero ahora creo, y De Nao Albet y Marcel Borràs es un tiro de función que si no hubiese sido porque Nave 10 no tuvo a bien poner el aire acondicionado en la sala el día del estreno, y si a la segunda hora de función a la intensidad dramática le sumamos copioso sudor por el cuerpo, y frenético abaniqueo con una octavilla del centenario de Matadero (felicidades Matadero); hubiese sido una apoteosis, porque es que hasta las bromas caca-culo-pedo-pis aterrizan y me carcajeo, y me emociono cuando veo que el set de impros que se van proponiendo retratan esa amistad que se diluye y que todo acabará con la separación que ya anuncian, y con el fin de un proyecto artístico que tanto han disfrutado otras (pena que yo no), y que, como me pasó con los Take That en su día, ahora que les conozco cogen y se separan, y no es justo (está por ver si me iré a perseguirles por la estación Madrid-Puerta de Atocha-Almudena Grandes, como ya lo hicieron las fans de Take That en Barajas, o me grabo con un compás en la muñeca una ene y una be).
Nao Albet está en un momento artístico fantástico (espero que vital también lo esté), y muestra de ello es su fantástica participación en el espectacular Orlando de Marta Pazos en el Teatro María Guerrero de Madrid y ver cómo despliega todos sus registros dramáticos en De Nao Albet y Marcel Borràs. Marcel creo que está más centrado en el audiovisual, y esa programación para dentro de un año en ese teatro del que no voy a hablar, salto a la ópera del tándem, auguro que marcará el comienzo imparable de la metástasis del cáncer de ego para ambos, porque están imparables y sus llenos casi inmediatos en todas las salas que les programan son muestra de ello. Mi amiga Rosana se los perderá (esta vez) y yo veré si sumo a Albet y Borràs a la lista de artistas por los que me salto vetos a salas, en la que ahora están Marina Otero y Alberto Cortés.
Crítica realizada por Ismael Lomana