El Teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional, Madrid) acoge Las apariciones, el nuevo montaje de la compañía ExLímite bajo la dirección de Juan Ceacero, con Fernando Delgado-Hierro y Pablo Chaves como protagonistas absolutos. Comedia absurda y surrealismo reflexivo en un viaje escénico vertiginoso y magnético en torno a la identidad, la madurez y la herencia.
Con Las apariciones, ExLímite y Juan Ceacero, vuelven a situarse en la vanguardia de la creación escénica española. Fieles a su método de laboratorio, en el que la dramaturgia se cocina a fuego lento durante el proceso de ensayos (con resultados excepcionales como Cluster), este montaje confirma que estamos ante un colectivo capaz de expandir los límites de la autoficción teatral con una propuesta que, aunque irregular en su desarrollo, resulta magnética, hipnótica por momentos.
Pablo Chaves y Fernando Delgado-Hierro, quienes ya deslumbraron en Los remedios, vuelven a poner sobre el escenario su particular universo biográfico sevillano, cargado de referencias culturales y sociales. El dúo materializa una pieza poliédrica en la que ambos se desdoblan en múltiples personajes, cruzando tiempos, espacios y registros con una fluidez admirable. Ambos con doble rol, además de intérpretes Fernando es el autor del texto y Pablo el responsable de la escenografía. Y juntos funcionan como un organismo perfecto. La compenetración es total. Chaves, además, posee un magnetismo natural que sostiene incluso los momentos más erráticos de la representación.
Las apariciones plantea una reflexión sobre la existencia, la evolución y el legado, temas que ya exploraron en su obra anterior, pero esta vez con un tono más delirante, incluso lisérgico. La función avanza a ritmo vertiginoso, pasando de la comedia costumbrista al surrealismo, del humor absurdo a la tragedia contenida. Aunque a medida que avanza, se diluye la sensación de narración para convertirse en algo similar a una sucesión de viñetas. En ese sentido, el montaje no parece buscar una progresión dramática sino un estado emocional, una sensación de tránsito, de tiempos ajenos a la lógica cronológica.
Un universo mutante en el que agrada la sorprendente aparición de una estrella invitada como Lola Herrera. Breve pero efectiva, sirve como anclaje con una visión del teatro más clásica y canónica, en un juego de espejos generacionales que aporta un sutil contrapunto de gravedad.
La propuesta visual y sonora también merece mención. El vestuario, labor de Paola de Diego, preciso en su colorido y su juego simbólico, y la iluminación de Ricardo Ortega y el espacio sonoro, diseñado por Daniel Jumillas, sugerentes y seductores, suman capas al viaje emocional del espectador. Todo parece construido para desorientar y envolver simultáneamente, para evocar un futuro posible repleto de pasado.
Sin embargo, la ambición de Las apariciones es también su talón de Aquiles. En su segunda mitad, la hipérbole emocional, tan eficaz en los momentos de comedia, se vuelve reiterativa y algo forzada en el registro trágico. Lo grotesco, que hasta entonces había funcionado como arranque y base, se convierte en un mecanismo algo previsible. La obra cae entonces en una concatenación de escenas que parecen buscar el asombro más que una verdadera evolución dramática.
Con todo, esta es una propuesta arriesgada, fresca y valiente, desbordante de talento y abierta a horizontes inconcretos, pero no por ello imposibles. ExLímite y sus creadores siguen siendo de lo más fresco del panorama teatral nacional. Quizá una función de dos horas sea demasiado, pero sin duda vale cada minuto por la experiencia emocional que ofrece. Que nadie les pierda de vista.
Crítica realizada por Lucas Ferreira