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09.05.2025 Críticas / Crónicas, Teatro  
Viaje hasta el límite – Crítica 2025

El Teatro Español de Madrid se suma al centenario del nacimiento de Luis Martín Santos con la producción de Viaje hasta el límite, un montaje firmado por Eduardo Vasco, que nos traslada a la residencia de una familia rica, pero no bien avenida, en la década de los 50. Un montaje con destellos técnico-artísticas, pero demasiado plano y carente de vibración en lo narrativo.

Viaje hasta el límite es una pieza teatral prácticamente desconocida de Martín Santos, célebre por su innovadora novela Tiempo de silencio (1961), hito de la literatura española del siglo XX. Su incursión en el teatro, como demuestra este montaje dirigido por Eduardo Vasco, revela un interés evidente por el existencialismo y los dilemas morales del individuo. Sin embargo, lo que en su narrativa fue rupturista y audaz, aquí se queda a medio camino, en un discurso que no termina de cuajar sobre las tablas.

Martín Santos fue un intelectual de mirada lúcida, médico psiquiatra de formación, comprometido con una exploración profunda de la conciencia y la alienación humana. Su obra novelística supo incorporar técnicas de vanguardia como el monólogo interior, el perspectivismo y una estructura fragmentaria que renovó radicalmente la literatura española de posguerra. Frente a ese logro, su faceta teatral resulta, en esta propuesta, un esbozo que no llega a adquirir la densidad dramática que requiere el escenario.

Eduardo Vasco, veterano director y antiguo responsable de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, construye un montaje sobrio, contenido, incluso algo académico, lo que en este caso juega en contra de una obra que necesitaba mayor riesgo escénico para compensar las limitaciones de su dramaturgia. La dirección no logra insuflar la vitalidad necesaria para trascender el carácter discursivo del texto, que se vuelve casi previsible conforme avanza la función.

El principal problema de Viaje hasta el límite es su desarrollo dramático: plano, sin sorpresas, sin aristas. La historia no consigue mantener el pulso narrativo ni dotar de profundidad emocional a los conflictos de sus personajes. La escritura parece más interesada en elaborar tesis que en construir verdaderos seres humanos en escena. Como resultado, los personajes se mueven en el terreno del arquetipo, sin evolución ni matices, lo que se traduce en interpretaciones encorsetadas por parte de Ernesto Arias, Lara Grube, Agus Ruiz, Eva Trancón y Luis Espacio. No hay contradicción, ni tensión interna, ni un verdadero viaje que movilice al espectador.

En contraste, el trabajo técnico-artístico merece un reconocimiento aparte. La escenografía, de Carolina González, sobria pero eficaz, apoya la atmósfera de interior burgués y tránsito vital que propone el texto. El vestuario, firmado por Lorenzo Caprile, resulta seductor y acorde al talante y carácter de los personajes. Se nota una voluntad de rigor en la factura visual del montaje, algo que salva, en parte, la experiencia emocional de la representación.

El Teatro Español acierta al recuperar voces que han quedado en el pasado, y es saludable que se den a conocer textos inéditos o poco explorados. Sin embargo, este valor no ha de ser el único criterio de programación. El teatro ha de ser un arte vivo, capaz de conectar con las sensibilidades del presente. Este Viaje hasta el límite, por más loable que sea en su intención, parece más dirigido a un público de hace cincuenta años que al espectador actual.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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