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11.04.2025 Teatro  
Un monstruo viene a verme – Crítica 2025

Un monstruo viene a verme llega al Teatre Apolo en Barcelona. Bajo la dirección poética de José Luis Arellano García y gracias a la sensible traducción de David R. Peralto, esta producción de LaJoven —en colaboración con la Asociación Española Contra el Cáncer— convierte el escenario en un espacio teatral y educativo en torno al programa contra el cáncer.

La obra nos introduce en la vida de Conor, un niño de 13 años que, desde la enfermedad terminal de su madre, ve cómo su mundo se desmorona poco a poco. A la separación de sus padres y al acoso escolar que sufre, se le suma una carga emocional imposible de sostener. Y a partir de una noche, en una hora concreta, se repite la misma pesadilla; aparece un monstruo, una figura fantástica que lo visita y le narra tres diferentes historias. Lo que Connor no sabe es que el monstruo es mucho más que un personaje; es una metáfora poderosa que canaliza el conflicto interno de la mente de Conor, su necesidad de enfrentar la verdad y sus emociones reprimidas.

La intérprete Elisa Hipólito, quien interpreta a Conor, realiza un trabajo impecable. Su actuación es honesta y profundamente conmovedora. A través de sus gritos, silencios, gestos y expresiones corporales, nos muestra el abismo emocional de un niño que no puede aceptar lo inevitable. La rabia, la culpa, la tristeza, el miedo y la negación se entremezclan y se manifiestan con una intensidad abrumadora. Hipólito consigue sostener el peso emocional de la obra con una madurez interpretativa admirable.

La escenografía, minimalista pero evocadora, permite que la atención se centre en los intérpretes y sus emociones. La figura del monstruo interpretado por Eduardo Aguirre de Cárcer, tanto a nivel visual como interpretativo, es impactante. No es una criatura de terror, sino una entidad sabia y compasiva que guía a Conor hacia la aceptación del dolor.

El magnífico y comprometido reparto que acompaña a Elisa Hipólito en esta historia está interpretado por: Iker Lastra, Antonia Paso, Cristina Bertol, Roger Berruezo, Fernando Sainz de la Maza, Leyre Morlán, Nadal Bin y Raúl Martín. Con la propuesta escénica de Jose Luis Raymond y Laura Ordás, la iluminación de Juan Gomez Cornejo y Jesús Díaz Cortés, el vestuario de Ikerne Giménez y la música envolvente de Alberto Granados Reguilón la obra presenta un comienzo con un tono de cuento donde los intérpretes emergen desde el escenario y forman parte activa de cada escena, de manera que la obra se ve transformante y fluida.

La combinación entre interpretación, música, luces y movimiento construye una experiencia performativa que atrapa al espectador desde el primer minuto. El ritmo narrativo es ágil, sin sacrificar la profundidad emocional, y los cambios escénicos son precisos, envolventes y conmovedores. La música, por su parte, acompaña cada momento con precisión y sensibilidad.

La función no solo emociona por la historia en sí, sino también por la implicación social que la rodea. La colaboración con la Asociación Española Contra el Cáncer convierte este espectáculo en un acto de conciencia. Su objetivo es doble: visibilizar la realidad de muchas familias afectadas por el cáncer y fomentar la educación emocional, sobre todo entre el público joven. Esta iniciativa también busca desterrar el estigma del cáncer, eliminando tabúes y facilitando la conversación sobre una enfermedad que forma parte de la vida.

La historia termina por romper el corazón del espectador. Lo que comienza como un cuento termina siendo una lección de vida. El final, contenido y a la vez estremecedor, deja al público en silencio, conmovido y profundamente tocado. Es una obra que no necesita grandes artificios para emocionar: le basta con la verdad del escenario y la humanidad de sus intérpretes.

Un monstruo viene a verme es una experiencia teatral imprescindible. Por su mensaje, por su calidad artística, por su compromiso social y, sobre todo, por su capacidad de tocar lo más profundo del alma. Una obra conmovedora, necesaria, y poéticamente dura. Ideal para jóvenes, pero con un mensaje universal que nos recuerda que, a veces, para sanar, hay que enfrentarse a nuestros propios monstruos.

Crítica realizada por Yadi Agurto

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