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07.04.2025 Teatro  
Ni me quedo, ni me voy – Crítica 2025

En una habitación oscura, destartalada y silenciosa, se fraguan los recuerdos, deseos y anhelos de cuatro mujeres mayores que se encuentran, parece, de casualidad. La sala del icónico Umbral de la Primavera, en el barrio madrileño de Lavapiés, ha presentado la obra Ni me quedo, ni me voy, escrita y dirigida por Carlota Arencibia.

Se trata de una propuesta escénica de una gran belleza lírica, que enfrenta al espectador a un universo íntimo que juega con la fina línea entre realidad y ficción. Las protagonistas de este relato, interpretadas por Elisa Cuadrado, Cecilia Vilar, Charo del Olmo y Antonella Pinto, se entregan con confianza y plena fidelidad a un texto sincero en el que caben la verdad, la invención y la improvisación.

El texto sigue a estas mujeres, que irrumpen en el escenario camufladas entre el público. No se conocen, pero conversan y, durante este diálogo, se encuentran, se reconocen en sus experiencias y juegan. Jugar es el verbo, porque en sus interacciones regresan al lugar en el que fueron niñas y, con la valentía propia de la infancia, se atreven a hablar en voz alta, a expresar sus necesidades, sus ganas de vivir y soñar, de actuar y ser vistas.

El contexto de la obra parte de la inquietud de la autora por explorar lo social desde el teatro. Arencibia vuelca en esta pieza su visión de las artes escénicas como canalizadoras de experiencias y emociones. En la forma, ha querido escenificar esta idea poniendo el foco en un colectivo poco visibilizado: el de las mujeres de la tercera edad. Su perspectiva sobre la vida y su crecimiento emocional se convierten en el eje de este proyecto, que se siente cercano, evocador y profundamente humano.

Parte de un proceso de creación colectiva en el que el diálogo y la memoria personal fueron fundamentales. La directora y dramaturga construyó así un montaje que reivindica la voz y la presencia escénica de estas mujeres, dotándolas de un espacio propio donde compartir lo vivido y lo soñado. Además, este rompe con la convencionalidad narrativa, siguiendo una dinámica interactiva en la que el público es partícipe de todo el proceso de invención de la pieza.

Desde el inicio, los espectadores forman parte de la experiencia: un supuesto portero del teatro (interpretado por un graciosísimo Guillermo Carrera) informa a los asistentes de que deben encender las linternas de sus teléfonos móviles, pues accederán a una supuesta sala abandonada desde hace años.

La ambientación refuerza la sensación de exploración de lo desconocido. Sigue la idea de indagar, curiosear, reconocer y rememorar. Las actrices, camufladas entre los asistentes, emergen con naturalidad para dar inicio al relato y, en diversos momentos, el público es invitado a interactuar con ellas.

Por su parte, Cuadrado, Vilar, Del Olmo y Pinto, cada una con diferentes experiencias en la interpretación, destacan por su sensibilidad y cercanía. Arencibia las guía hacia una actuación sin artificios, en la que prima la ternura. Sus personajes encuentran en el teatro un refugio donde redescubrirse y afirmar su derecho a la expresión en múltiples formas.

En definitiva, Ni me quedo, ni me voy es un homenaje a la vida a través del teatro, un montaje que invita a reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro, dando espacio al sentir humano y a las artes escénicas como catalizador emocional.

Crítica realizada por Judith Pulido

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