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11.03.2025 Teatro  
Los nuestros – Crítica 2025

El resentimiento, el rencor y los reproches tienen un único idioma. Sin embargo, este es, muchas veces, incomprensible para quienes lo hablan. Los nuestros, obra escrita y dirigida por Lucía Carballal, se presenta en el Teatro Valle-Inclán de Madrid con una escenografía que evoca una gran torre de Babel erigida a base de cacharros: sillas, latas de comida, cajas… Objetos dispuestos unos encima de otros, manteniéndose de una forma casi milagrosa.

Esta es la representación sincera del hogar familiar, tema principal de la pieza, que comienza su narración con un funeral. El fallecimiento de la matriarca de una familia judía sefardí reúne a sus dos hijas y a sus respectivas familias, que deben convivir siete días para transitar el duelo según el rito del avelut. El encuentro genera entre los miembros de la familia una tensión creciente, que supura conflictos subyacentes como la búsqueda de la identidad, la memoria que pesa, la inseguridad hacia el futuro o el significado de la pertenencia cultural.

Los nuestros es un relato complejo que reflexiona, a través de los diálogos, sobre la importancia de la familia y de su peso en el sistema cultural y social. La directora, Lucía Carballal, afirma que el desarrollo de este tema le permitía profundizar en otras cuestiones: la búsqueda de un camino propio, la pertenencia, la transgresión, la repetición de patrones, los gestos… El texto que Carballal ha logrado es profundo, lleno de matices que apelan a cualquier espectador, por tocar con delicadeza y mimo cuestiones universales.

El elenco seleccionado lo lleva a escena a la perfección, con una extensa gama de colores que aportan a la escena vivacidad. Desde la risa hasta el llanto, transitando otras emociones como el miedo, la ilusión, el agobio o la añoranza. Destacan entre los intérpretes Mona Martínez, que encarna a Reina, hija mayor de la difunta, de forma abrumadora y potente; Manuela Paso, dando vida a Esther, su hermana, quien ofrece el alivio cómico tan necesario; y Miki Esparbé, que interpreta al hijo de Reina, que brilla por su compromiso con un texto de gran intensidad dramática.

Para aderezar este perfecto cóctel de texto e interpretación están los elementos técnicos. La ya mencionada escenografía, elaborada por Pablo Chaves, aporta personalidad y detalle al conjunto escénico. La decisión del escenógrafo se divide en dos espacios diferenciados: el gran mamotreto vertical, que recuerda al zoco árabe y trata de representar la memoria familiar a través de los objetos de uso doméstico, y el suelo, un gran espacio en blanco en donde ocurre la escena. “Hay ese juego con esa verticalidad del pasado y esa horizontalidad del folio en blanco, que sería una especie de futuro por volver a pensar, para poderlo escribir”, explica la autora sobre la puesta en escena, que se completa también mediante la iluminación, diseñada por Pilar Valdelvira, y la música, a cargo de Irene Novoa.

En Los nuestros, la familia es el centro de todo: el refugio y la prisión, la herencia y el conflicto, el origen de las preguntas y, a veces, de sus respuestas. Carballal nos recuerda que el hogar no es solo un lugar físico, sino un espacio compartido de recuerdos, reproches y afectos. Y que, por más que intentemos escapar de sus raíces, estas siempre encuentran la forma de alcanzarnos.

Crítica realizada por Judith Pulido

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