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03.03.2025 Teatro  
Nerium Park – Crítica 2025

La urbanización de Nerium Park, ideada por Josep Maria Miró y dirigida por Jorge Gonzalo, recibe a sus primeros inquilinos en Nave 10 Matadero de Madrid. Una historia sobre las condenas a las que nos abocamos, que convence cuando genera tensión y enfrenta a la pareja formada por Susana Abaitua y Félix Gómez.

Los conflictos generadores de desazón son una de las señas de identidad de las dramaturgias de Josep Maria Miró. En Restos del fulgor nocturno, por ejemplo, practicó el meta teatro en un imbricado cóctel de auto conocimiento, familia, sexo y proceso creativo. En La habitación blanca, el pasado atrapaba el presente de sus personajes para dejarnos la duda de si nuestro devenir está marcado desde que somos niños. Ahora, en Nerium Park, confronta cómo la materialización de las aspiraciones del modelo social que habitamos pueden ser el inicio de nuestro declive.

La función comienza con Marta y Carlos llegando a su nueva residencia. La vida les sonríe. Tienen buenos trabajos, dinero para comprarse un piso en las afueras el doble de grande que el que alquilaban en el centro y una activa vida sexual que en unos meses les convertirá en padres. Sin embargo, hay algo en todo esto que no cuadra. Pasan los días, las semanas y los meses, y nadie más se instala en lo que parece ser un lugar fantasmal. Así mismo, la realidad laboral, con la amenaza de ser despedido y la frialdad de ser quien despide, se instala entre ellos.

Igual que subimos, bajamos. Igual que nos creímos jóvenes exitosos, aspirantes a pijos, resultamos ser trabajadores sin mayor patrimonio que nuestra nómina. Tomamos las vistas a la naturaleza y la piscina comunitaria como el elixir que nos convertiría en habitantes de un perenne hedonismo. Nos equivocamos. Y las consecuencias pueden ser temibles. Inimaginables. Algo que a estas alturas ya sabemos, o que incluso hemos vivido en nuestras propias carnes, pero no de la manera en que lo traza y concreta Miró.

Su texto discurre por dos planos, el que mostramos sin reparar en ello y el que expresamos a través de lo que no decimos. ¿En quién nos convertimos cuando nuestro mundo deja de ser como creíamos que era? La respuesta es anímica primero, existencial después y quizás hasta psicológica y psiquiátrica posteriormente. Un sendero que construye a través de continuos tours de force, combinando la lógica de la posibilidad y el retorcimiento del destino en lo que acaba siendo más un juego por lograr nuestra atención que el logro de desarrollar una historia con profundidad argumental.

La dirección de Gonzalo hace que nuestra atención se centre en la sintonía entre Marta y Carlos, supeditando a la tensión entre Abaitua y Gómez todos sus recursos artísticos (el espacio escénico de Mónica Boromello, la iluminación de Víctor Longás y la música de Orestes Gas). Se lo juega todo a esa baza.

Bien porque los momentos de costumbrismo amoroso son los menos y estos suenan a pasajes necesarios para trasladarnos a donde quiere llevarnos Nerium Park. A una deriva de drama, intriga y thriller que, aunque denota química entre Susana y Félix, requiere transmitir más la personalidad de sus personajes y menos la acción del momento, más su carácter y menos la literalidad del texto que pronuncian. El reto que algunas funciones tienen ya resuelto el día de su estreno y otras suelen conseguir a medida que se suceden las representaciones.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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