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19.02.2025 Teatro  
La gramática – Crítica 2025

La gramática, la última obra de Ernesto Caballero, llega a la ciudad condal, durante dos semanas escasas, para presentarse sobre las tablas del Teatre Romea de Barcelona. Prepárate para disfrutar de una sátira que, según Lázaro Carreter (Ex director de Real Academia Española), homenajea nuestra relación con el legado que constituye nuestro patrimonio más sólido: la lengua.

Imaginemos que un buen día, de forma accidental, una mujer convencional (María Adánez) se convirtiera de la noche a la mañana en una consumada erudita de la lengua y la gramática. ¿Cómo cambiaría su vida esta circunstancia? ¿Vería, como suele decirse, ensanchados sus horizontes personales y profesionales o, por el contrario, estas nuevas destrezas le preocuparían la marginación de su entorno?

Imaginemos, a su vez, a un reputado neurocientífico (José Troncoso) dispuesto a someter a la mujer a un intensivo proceso de desprogramación lingüística en sentido opuesto al llevado a cabo por el doctor Higgins sobre la florista Liza Doolitle en la célebre obra Pigmalion, de Bernard Shaw. En este caso no se trataría de refinar verbalmente al personaje, sino, inversamente, de devolverlo a su primario estado de limitación expresiva para evitarle, de este modo, los trastornos de inadaptación social originados tras su inapropiado accidente.

Ernesto Caballero nos regala un producto teatral grandioso con el que nos sorprendemos desde su inicio y que, sobretodo, nos mantiene atentos en todo momento con grandes coletazos de risas indiscriminadas. Un texto que nos pone en el centro de atención como los colegas de profesión del reputado neurocientífico que atendemos a un seminario demostrativo y en el que, en todo momento, se nos dan inputs que nos mantienen conectados con lo que sucede en escena. Un texto rico en matices e ideas que nos hará reír mientras pensamos que, más de una de esas que la sujeto suelta, las hemos escuchado y, posiblemente, dicho alguna vez. Algo que nos hace reflexionar mientras nos sangran los oídos.

En la parte actoral, María Adánez nos presenta un personaje rico en léxico español que, en ocasiones, se vuelve pedante y nervioso cuando a su alrededor alguien suelta un improperio verbal. Su psique tiene la piel finísima y ella no tarda nada en saltar como si de un resorte se tratara para atacar a aquellos cuyo lenguaje es exasperante y vulgar. Este personaje que conoceremos profundamente, dará un giro de 180º en el momento que entendamos qué ocurre en el escenario y porqué estamos allí. Acostumbrados a verla en televisión con un personaje similar, es una gozada disfrutar de su trabajo cuando se suelta en escena hacia el final de la obra. Sencillamente, su personaje no tiene nada que ver con el del inicio de la obra y agradecemos que el cambio sea tan exasperadamente claro.

Por otro lado, junto a Adánez, encontramos en escena a José Troncoso como el reputado neurocientífico que nos guía a través de esta sesión. Troncoso nos presenta un personaje serio y comprometido con la causa que tratará de mostrarnos la realidad de la situación para que nosotros, como colegas de la profesión, sintamos la misma fascinación que él siente como ponente explicando esta rara avis. Él mismo nos contagiará esta fascinación descontrolada y jugará con LA sujeto para ver hasta dónde puede llegar. Su personaje es el que nos afianza a la historia, a lo extraordinario del guión. Es el personaje conductor de la historia y, por tanto, el que más atrae nuestra mirada.

En la parte técnica, me gustaría destacar el trabajo de escenografía creado por Víctor Longás y la iluminación de Karla Belvis – Insuel que sitúan a los personajes sobre un segundo escenario de metacrilato iluminado mediante filas de bombillas. Por encima de sus cabezas, encontramos también un techo levantado con la misma ristras de luces. Aunque no lo parezca, esta escenografía nos recuerda a una fría sala de ensayos o, incluso, a una jaula de cristal en la que la sujeto se encuentra mientras todos presenciamos este experimento. Junto a ello, el jugar con el público y el mismo teatro como centro de convenciones donde asistimos a la ponencia, constituye una gran idea para la función.

Destacar también el espacio sonoro creado por Ernesto Caballero y Pablo Quijano, el cual varia cuando estamos en ponencia y/o cuando la sujeto recuerda momentos pasados que explica, a viva voz, al científico. Y el vestuario creado por Anna Tusell que es tan revelador con ambos personajes: la sujeto en sus bien distintas facetas; y el científico quien lleva una especie de uniforme sanitario holgado que nos deja claro que esto sigue siendo un ensayo clínico.

En definitiva, La gramática es una comedia deliciosamente irónica que destaca con dos sorprendentes actuaciones vívidas que harán que nos desternillemos en nuestros asientos a la par que agachamos la cabeza al escuchar algún que otro vocablo que reconocemos haber expresado. Un juego perverso que deja claro cómo se está perdiendo el lenguaje y cómo cada vez hablamos peor. ¡Válgame el señor!

Crítica realizada por Norman Marsà

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