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07.02.2025 Teatro  
L’aranya – Crítica 2025

El dramaturgo y director Jordi Prat i Coll, quien ya recuperase Liceistes i cruzados y Els jocs florals de Canprosa en el Teatre Nacional de Catalunya de Barcelona, vuelve ahora a poner al día a Àngel Guimerà con L’aranya, una de sus obras poco representadas desde su estreno en 1906. Poco representada, y sin embargo, a la orden del día…

Prat i Coll cambia el eje temporal y espacial, de un barrio obrero de la Barcelona de 1900 a otro barrio obrero pero de la Girona de 1968. Con buen tino mantiene el eje costumbrista de la primera parte, con un primer número musical de época muy atinado y un segundo, yeye y pop, casi lisérgico. Es una trampa, la que utiliza la araña para que nos confiemos, antes de adentrarse en el drama y la tragedia de la segunda mitad, permitiéndose el lujo de cambiar levemente el final para que la protagonista tome las riendas de su destino.

La mayoría de los cambios cronológicos son solo para que nos sintamos más cómodos y no cambian un ápice el desarrollo de una obra que tiene algo en común con Terra Baixa, también de Guimerà, en cuanto a la reivindicación de una naturaleza más decente que la perversa vida urbana, pero que aquí se combina con una obsesión por la infertilidad o desconexión con la descendencia, en varios sentidos: la pareja enloquecida por perder a sus hijos, la que desea tenerlos sin éxito, el que casi los ha abandonado, la que los tiene cuidados contra su voluntad, y frente a ellos la humilde madre de familia, con sus dificultades, y la pareja vital pero pobre que recién acaba de formar una familia. Son variaciones que Prat i Coll liga directamente con la homosexualidad de Guimerà en el texto del programa de la obra.

Hablar del elenco es hablar de un trabajo muy bien hecho. Mima Riera y Albert Ausellè son técnicamente los protagonistas de esta obra coral, Rosa y Miquel (Gasparona y Tano en el original). Tanto Riera, honesta, simpática, dolida ante la tragedia, como Ausellè, taciturno excepto en los pequeños momentos que se permite ser feliz por un momento, recuerdan al magnífico papel que hicieran Maife Gil y Julián Navarro en la producción de Lluis Maria Guell para TVE en 1977, y lo digo como un halago.

Berta Giraut i Jordi Vidal se retan y se odian por los hijos perdidos como Pilar y Anton «Cadernera», casi tienen que contenerse porque el carisma feroz que tienen ambos sería capaz de eclipsar a la compañía entera. Jan D. Casablancas y Estel Ibars son Josep y Maria, los dos recién casados, el extremo contrario a los otros matrimonios. Más allá están Emilia (Meritxell Yanes) y su hijo Ramon (Ferran Soler), humildes pero honestos. Y tejiendo la tela, Isabel (Paula Malia) y sobre todo la verdadera araña, Grimau (Jordi Rico).

El decorado de Marc Salicrú parece por momentos demasiado ampuloso, ciclópeo, pero en los espacios pequeños de la artesana sala de estar de los protagonistas coloca verdad y credibilidad, desde el papel de pared a las mesas y sillas desparejas. Montse Amenós, por su parte, evoca perfectamente los años 60 con su vestuario. En lo visual esta obra establece bien sus marcas y ayuda a que los personajes sean reconocibles, y la opresión de sus vidas creciente.

Esta es una obra de señoritos contra obreros, como Terra Baixa, y en ese sentido se entiende bien su contexto original de principios de siglo XX, pero sigue funcionando en el mundo contemporáneo porque, de un modo u otro, esos abusos se siguen produciendo. La traslación a unos años 60 en que aún hay un flujo campo/ciudad importante, con una sociedad adinerada privilegiada y desprovista de ética, ayuda a que tengamos los referentes más cercanos. Y ese, finalmente, es otro de los temas principales de los que acaba hablando L’aranya: de quién se hace reponsable de su deber y quién sencillamente se deja llevar por sus pulsiones.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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