Vuelve Daniel Anglès a los escenarios, para llevar a El Maldà de Barcelona una carta de amor a Barbra Streisand… que no es un musical. Escrito por Jonathan Tolins, el monólogo Buyer & Cellar se estrenó en el off-off-Broadway en 2013 y ahora nos llega en catalán, dirigida por Jumon Erra, bajo el menos críptico título de Quan la vaig conèixer.
Al llegar a la sala Anglès nos recibe distendido y cercano, charla con nosotros, nos da palomitas, bromea fuera de personaje. Un personaje que aquí, en vez de ser el original Alex Moore, es él mismo, aunque nos cuente una historia que no pasó, que desde luego no le pasó a él, que por supuesto nunca conoció a su diva Barbra Streisand… ¿verdad?
Así difuminadas las fronteras entre la realidad y la ficción, entre mito y persona, entre hechos y ficciones, y con el apoyo circunstancial de un libro y varias diapositivas, Daniel Anglès nos explica como, antes de Rent, antes de El Musical Més Petit, estuvo un tiempo en Los Angeles y lo que allí le aconteció… en particular vinculado con el cuidado de una curiosa colección de objetos de Barbra Streisand, y la relación que estableció con ella. El actor alterna entre cuatro personajes mientras nos explica conversaciones, situaciones y emociones, no desde la mitomanía sino desde la verdad interior de cada uno. No imita a Barbra, pero la presenta de una manera inconfundible en cada una de sus frases.
Locuras de juventud y de madurez, cercanías y alejamientos, distancias imposibles y miedos paralizantes. En poco más de una hora, Daniel Anglès nos explica una completa y compleja historia, emocionante y sincera, pese a lo ficticia (¿o no?) que es. Porque esta es una historia de gente que necesita a gente y que, quizás por orgullo, esconde esa necesidad mientras juegan como niños. De grandezas y sueños imposibles. De admiración imperecedera por el verdadero talento. De vértigo por el vacío de la vida o por alguien que la llena demasiado.
Aunque habla de la fama y de una famosa en concreto, la mitomanía del protagonista y su celoso novio no son la clave, sino la humanidad que hay detrás de todos ellos, con muy buen uso del rango interpretativo que tiene el Daniel Anglès de hoy (y quizás algún muy ligero empujón de Hedwig). Su adaptación del texto y la buena dirección de Jumon Erra quitan casi media hora de lastre del texto original y lo vuelven fluido y fácil de conectar. Una anécdota, una situación casi imposible… que nos acercan, como el cine, a una verdad más auténtica a 24 fantasías por segundo.
Crítica realizada por Marcos Muñoz