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31.01.2025 Críticas  
Historia de una escalera – Crítica 2025

Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, vuelve al Teatro Español de Madrid. Allí donde se representara por primera vez el 14 de octubre de 1949. Tres generaciones de un vecindario ahora vistos a través de la propuesta de Helena Pimenta con un elenco en el que destacan David Luque y Marta Poveda.

Buero Vallejo es uno de los grandes nombres de la literatura dramatúrgica española y es por obras como esta. Tres actos en los que sintetiza cómo se vivía en las grandes urbes de nuestro país en 1919, 1929 y 1949 a través de una propuesta sobria, sintética y árida en su formalidad, tan transparente y clara en su mensaje e intención que los retorcidos censores de su tiempo no fueron capaces de ver el espejo que les retrataba.

Probablemente se dejaron cegar por la historia de amor a través de generaciones que tiene lugar en ese bloque de viviendas condenado por el escaso mantenimiento de sus propietarios y los reducidos ingresos de sus inquilinos, donde habitan quienes viven para cuidar de los demás y quienes se aprovechan de ellos, quienes sueñan -ilusos y esperanzados- con una vida mejor y quienes se conforman -humildes y resignados- con conseguir llegar al día siguiente.

Tres actos sin ilusión ni épica, sin dramas excelsos ni tramas con sombras en la que aguarde la sorpresa. En Historias de una escalera el día a día es el de familias que trabajan y se administran, de matrimonios que cuidan a sus hijos, de parejas que intentan la felicidad y de personas que se atraen, desean y quieren. Un pequeño universo al que Helena Pimenta coloca un filtro de sombra y desuso a través del trabajo escenográfico de José Tomé y Marcos Carazo y de iluminación de José Manuel Guerra.

Atmósfera de una propuesta bien plasmada visualmente, aunque con algunos añadidos que enmascaran la dureza y desnudez que Buero Vallejo plasmó sobre el papel. Pimenta no toca ni una palabra de lo que escribió el Premio Cervantes, Nacional de las Letras y cuatro veces Nacional de Teatro, pero le añade dos pinceladas propias. Un breve prólogo musical inicial, correcto para hacernos patente su amplio elenco actoral, y un interludio posterior para recordarnos la Guerra Civil. Obviedad que no distrae ni resta, pero que tampoco suma.

Ya entrados en el planteamiento y desarrollo de las tramas, resultan correctos los movimientos de personajes concebidos por Nuria Castejón. Pero hay algo que nos deja en el patio de butacas y no nos convierte en vecinos de ese triste y proletario vecindario. De un lado la evolución de treinta años que han de transmitir sus intérpretes y de otro el tono oral y gestual de una representación más proyección decimonónica que transmisión contenida.

Nada que objetar a la caracterización de Moisés Echevarría y el vestuario de Gabriela Salaverri, pero no bastan por sí mismas, quizás hubiera sido interesante acompañar ese avance temporal también desde la escenografía y la iluminación. Y en cuanto a lo segundo, si no tuviera en mi memoria a la figura y texto de Buero Vallejo no me habría sentido en una época de susurros y penurias, quizás más en la de aquel realismo que priorizaba alejarse del canon academicista que acercarse a quienes verdaderamente encarnan la pena y la escasez, el esfuerzo y la renuncia.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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