El Teatro Español de Madrid estrena Viento fuerte del poco representado Nobel de Literatura Jon Fosse. José María Esbec dirige este poema escénico que aborda la fragilidad del ser humano a través del tiempo, el amor, los celos y la muerte en una pieza hermética y simbólica.
Viento Fuerte es última obra de un autor poco o nada representado en España. Una pieza sencilla en lo formal, con un lenguaje claro pero con profundidad onírica, cargada de imágenes crípticas, y una trama vaga que no llega nunca a despertar. Se nos presenta a El Hombre que, como un Ulises, regresa a su casa tras un largo viaje que pareciera un largo sueño. Su hogar en el piso 14 de un edificio ya no es su casa y descubre que La Mujer, quien fuera su mujer, se ha mudado y comparte su vida con El Joven. Tres personajes, el Hombre, la Mujer y El Joven forman así un triángulo amoroso incómodo, tenso y confuso en el que la traición y la muerte palpitan en una interacción inconexa, arrojando piezas veladas que no llegan a componer nunca una imagen completa. La narrativa, tras la introducción poética pero imprecisa de los personajes, discurre inconcreta, y deja en el espectador la necesidad de completarla. Las preguntas se agolpan: ¿serán El Hombre y El Joven la misma persona?, ¿está soñando o recordando?, ¿estará El Hombre muerto?
Ninguna de estas dudas encontrará respuestas, y cada uno de nosotros elegirá dar un sentido al simbolismo. Fosse sólo esboza, y utiliza ese recurso para reflexionar sobre la pérdida, el amor y el tiempo; y la colisión entre lo que fue y lo que está siendo, el pasado y el presente; pero sin que nada se sea evidente, cerrando la obra con juego especular que excita más incógnitas.
José María Esbec dirige la puesta en escena de esta pieza nada convencional, y para ello propone un montaje de luz fría, movimientos contenidos, y un ritmo sosegado y muy medido, en el que las palabras del autor noruego caen con cadencia precisa. Es, como el texto, velado y onírico. Felipe García Vélez, Zaida Alonso y Alberto Amarillo interpretan respectivamente a los tres personajes. García Vélez, como El Hombre, soporta el peso del montaje, y desarrolla un excelente trabajo que ahonda en la confusión en la que se ve inmerso el personaje, manteniendo la tensión de la incógnita sin que los acontecimientos lleguen a arrebatarle. La misma estudiada frialdad despliega Zaida Alonso, con una interpretación limpia y exacta.
El espacio secuestra la atención. Petros Lappas, diseña una escenografía diáfana y monocroma que inspira una atmósfera aséptica, fría y desconectada de las emociones. Un espacio encapsulado que observamos como en una casa de muñecas, y que se oculta o se exhibe parcialmente a través de unos paneles deslizantes que aportan profundidad al juego interpretativo. Un espacio impersonal, en cierto modo congelado, que acentúa la falta de acción de la trama. La iluminación de Tomás Ezquerra suma en esa imagen nórdica de tensión contenida, en el que los celos no estallan, la ira o el desconsuelo no llegan a romper, y el discurso fluye sin emoción. Sólo las composiciones musicales de Alberto Grandados logran romper brevemente la imagen de hielo.
Jon Fosse describió Viento Fuerte como un artefacto poético. Creo que la imprecisión de la imagen es muy acertada. Viento Fuerte navega a través del tiempo y del olvido, del amor y de la muerte, pero lo hace sin rumbo y sin alma. Tiene una vaga poesía que José María Esbec logra reflejar en su montaje pero no que me toca. Salgo de la sala Margarita Xirgu del teatro Español con más dudas que certezas, preguntándome qué me quiso contar el autor.
Crítica realizada por Diana Rivera