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24.12.2024 Críticas  
La cuina – Crítica 2024

La compañía Els Pirates, gestores del teatro El Maldà, han estrenado en la Sala Beckett una versión de La cuina de Arnold Wesker adaptada y transformada por Laura Aubert para cambiar el Londres de los 50 por la Barcelona actual, a la estela de las burbujas inmobiliarias y las pulsiones contemporáneas. Drama y comedia coral con apuntes musicales.

Estrenada en 1957, la opera prima de Arnold Wesker, The kitchen, era una obra para 18 actores y 12 actrices que reproducía la tensión en una cocina desde que abría a primera hora, acelerando hacia un intensísimo servicio de almuerzo, el filosófico descanso entre tarde y noche, y un servicio nocturno que se dirige al desastre. Laura Aubert reescribe, codirige con su hermano Adrià, y coprotagoniza una versión ambientada en el barrio del Raval de Barcelona de nuestros días, el de los fondos buitre, los turistas, las intolerancias alimenticias y los instagramers. Cinco artistas (a Aubert se suman Bernat Cot, Núria Cuyàs, Ricard Farré y Laura Pau) se desdoblan en hasta quince personajes, algunos de ellos antitéticos y con cambios de vestuario y caracterización que rozan el fregolismo.

La tensión se centra en el microcosmos de la cocina, con chefs, ayudantes, aprendices, limpiaplatos y los tira y afloja entre todos ellos, de lo creativo a los práctico, de lo desenfadado a lo atormentado, de lo anarquista a lo dictatorial. A todo esto se suma la relación con los elementos parcialmente exteriores: las camareras, enlace con un mundo exterior al que no afectan los dramas de la cocina, y los jefes, algunos sombras omnipresentes, otros como la maitre intentando equilibrar el poder y la cocina, sin los medios necesarios.

De Wesker queda la estructura general y buena parte de diálogos, pero otros tantos están adaptados, renovados, con personajes y relaciones reorientados. La subtrama del embarazo por ejemplo, se reconvierte an algo totalmente distinto, el papel de Marango es igual de duro pero distinto en el contexto actual. Esto es realmente, tal y como rezan los créditos, La cuina de Laura Aubert inspirada en The kitchen de Arnold Wesker. Y uno de los varios elementos en los que eso se nota es en los números músicales compuestos por Ariadna Cabiró, con coreografías de Robert González, que nos centran aún más en una Barcelona consumista y una cocina a golpe de reloj, aunque algún número (el «Feina, vull feina» del final) parecen desubicados, encajaría mejor un cuarto de hora antes.

Sin duda los mejores momentos de esta obra se dan en el fascinante crescendo hacia el final del primer acto, con ese servicio incesante plagado de obstáculos, y en las relaciones internas entre los personajes. La dinamitera y anárquica cocinera que se reserva Laura Aubert dinamiza muchas de las situaciones, pese a la inconstancia que constata el personaje en un mundo de gente bastante fiel a sus principios… hasta que las circunstancias los sacuden. Es fácil encariñarse con la ayudante del chef que construye Núria Cuyàs o el limpiaplatos griego Dimitri que Ricard Farré compone opuesto al atribulado chef que también interpreta. Y sin embargo, ninguno podría hacer lo que hace sin todos los demás.

Como en el teatro. La cocina y el teatro son sin duda dos almas gemelas que pueden nutrirse mutuamente, con cocineros estrella y servicios que parecen hechos para un público, tras los que circulan vidas asediadas por esa misma cocina y escenario. La cuina es una experiencia teatral muy interesante que merece la pena disfrutarse por sus interpretaciones y su buena escritura, incluso si alguno de sus números o mensajes no acaba de cuajar.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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