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20.12.2024 Críticas  
Todos pájaros – Crítica 2024

Los Teatros del Canal de Madrid acogieron el estreno absoluto de la esperada Todos pájaros, del dramaturgo de procedencia libanesa Wajdi Mouawad, con dirección de Mario Gas. Una obra que aborda el conflicto israelí-palestino mientras el ruido de las bombas sigue atronando en los cielos de Gaza y Cisjordania.

Reunir en un mismo montaje los nombre de Mario Gas y Wajdi Mouawad nos hacía recordar inevitablemente ese Incendios que nos desgarró con su violenta poesía dramática en el Teatro de La Abadía hace unos años. Si añadimos que Todo pájaros reflexiona sobre una guerra irresoluble que conforma nuestro presente histórico, todo sumaba grados a nuestro nivel de expectación. Con estas premisas, la esperanza de encontrar una obra que nos conmoviera y nos agitara parecía un anhelo legítimo, pero la emoción se quedó congelada.

La estructura de Todo pájaros recuerda a la de Incendios y, como aquella, ahonda en la exploración de la identidad y los orígenes. A partir de una historia personal se adentra en la tensión social, el odio racial y religioso, y finalmente la violencia. Pero si bien en Incendios la perspectiva era la de una familia de origen árabe, aquí afrontamos el conflicto desde la mirada de una familia israelí. La trama crece paralela a los acontecimientos históricos que la modelan para ofrecernos una visión del enfrentamiento de dos pueblos, en el fondo fratricida, que eclosiona en una revelación personal demasiado artificiosa, que pone en evidencia la sinrazón del odio, pero no llega a emocionar, y que es innecesaria para el retrato.

Mario Gas no ha adaptado el texto, respetando íntegramente la traducción de Coto Adánez. El resultado es un montaje de tres horas, demasiado narrativo y denso. Todo el alma que palpitaba y ardía, nunca mejor dicho, en Incendios se encuentra inerte en este montaje. El texto enlaza soliloquios que destilan reflexiones políticas y filosóficas de gran fuerza lírica y poesía dramática, pero que sin embargo encallan en el proscenio sin alcanzar a la platea. Las decisiones de escena no ayudan a aligerar el ritmo. Las transiciones son demasiado marcadas, y el movimiento poco fluido pese al extraordinario trabajo interpretativo del elenco formado por Manuel de Blas, Pere Ponce, Candela Serrat, Aleix Peña, Pietro Olivera, Lucía Barrado, Nuria García, Juan Calot, Anabel Moreno y Vicky Peña, que sustituyó a Nuria Espert forzada a abandonar el proyecto por problemas de salud. Entre ellos destacan las apariciones de Vicky Peña, que aporta profundidad a la arisca abuela Leah y que, ya desde su presentación, nos hace vislumbrar los muchos secretos que teje la familia; así como la pasión iracunda, injustificada, como lo son todos los odios viscerales, que despliega un bravísimo Pere Ponce.

Mario Gas se acompaña de parte de su habitual equipo artístico. Sebastià Brosa plantea una escenografía sencilla en negro, que Carla Belvis ilumina sutilmente y sirve de fondo para la videoescena de Álvaro Luna. Una propuesta formalmente poética de la que se abusa, sin que aporte calado narrativo. Sí son notables e inspiradoras las composiciones musicales de Orestes Gas, trayendo sonidos que ayudan a sumergirnos en una atmósfera concreta.

Todo pájaros, pese a las objeciones sigue siendo necesaria. La mirada consciente de Mouawad, capaz de entender los interlineados que se esconden en un conflicto tan arraigado como imposible de desenredar, sigue siendo necesaria. Sólo podemos lamentar que el artificio excesivo de una dramaturgia que persigue el giro sorprendente y la excesiva contención de una dirección que no acierta a tocar las teclas de la emoción, no nos haga temblar como lo hizo Incendios, cuya sombra eclipsa este montaje sin que podamos hacer el ejercicio de separarnos de ella.

Crítica realizada por Diana Rivera

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