El Gran Teatre del Liceu recupera la delicada Madama Butterfly de Puccini. Dirigida por Paolo Bortolameolli, y con la aclamada propuesta escénica de Moshe Leiser y Patrice Caurier, el gran teatro de la ópera de Barcelona nos presenta una producción ambientada en el Japón del siglo XIX que combina música delicada y momentos melódicos únicos con una tragedia que culmina en un final impresionante.
Madama Butterfly cuenta la historia de Cio-Cio-San, una joven japonesa que se casa con B.F Pinkerton, un teniente americano destinado a Nagasaki. Para ella, el matrimonio es sagrado, pero para él es sólo un pasatiempo. Pinkerton se va tras satisfacer sus deseos y promete volver, pero pasan tres años y no lo hace. Cuando reaparece, ya se ha casado con otra mujer y viene a reclamar al hijo que Cio-Cio-San tuvo en secreto. Humillada, ella acepta entregarle el niño y se quita la vida con la espada de su padre.
La versión que nos presentan Moshe Leiser y Patrice Caurier está ambientada en el momento en que Japón se abre al mundo y Occidente descubre su singular sensibilidad cultural. Así, en escena, disfrutaremos de una estética tradicional japonesa, limpia y pulcra, a la par que sensible (creada por el escenógrafo Christian Fenouillat) donde se combinan una amplia sala de estar familiar japonesa (suelo en tatami elevado, y grandes puertas y ventanales que nos hacen referenciar a la «buena casa» a la que pertenece Cio-Cio-San. Dos puertas laterales dan también la sensación de grandeza de una casa señorial en la que no para de entrar servicio. Leiser y Caurier presentan así una ópera de realismo esmerado y elevado en la representación de los valores éticos del Japón medieval. Junto a la escenografía de Fenouillat, destacar el exquisito vestuario de Agostino Cavalca quien, tanto en el estilo japonés como en el occidental, aporta gran autenticidad al relato.
Si bien es cierto, esta producción creada en 2003 en colaboración entre la Royal Opera House de Londres y el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, ha sido destacada como una de las más exquisitas y fieles al espíritu de Puccini. En la ciudad condal, este clásico altamente demandado por los fans de la ópera, presenta ya su cuarta reposición (temporadas 2005/06, 2012/13, 2018/19 y 2024/25), mientras que en Londres ya acumula diez temporadas.
Madama Butterfly es una producción que no sólo destaca por su belleza visual, sino también por la profundidad ética de su relato. La protagonista, Cio-Cio-San, asume su trágica decisión final con un sentido del honor japonés que culmina en un ritual de seppuku. El contraste entre la elegancia estética y la intensidad emocional del drama hace de esta versión una de las más memorables y fieles al espíritu de la obra maestra de Puccini, quien la consideraba la mejor de todas sus creaciones.
Aunque la ópera sigue tratando temas universales como el choque cultural, la falta de empatía y las relaciones tóxicas, todo ello con una música magistral que combina crueldad y compasión; en la época en la que estamos, muchas personas alzan su voz para que la ópera deje de escenificarse o, como mínimo, para que se actualice el perfil de su personaje principal. En ella, a sus 15 años, Cio-Cio-San se casa y pierde su virginidad con un hombre considerablemente más mayor que ella. Un debate que se abre para pensar si, en una sociedad más avanzada a la época original de las operas, seria lícito hacer pequeñas variaciones para adaptarlas a la época en la que se representan.
En la parte actoral, destacar una sobresaliente Sonya Yoncheva en el papel protagonista, Cio-Cio-San, que nos ofreció una actuación cuidada, timbrada y redonda de una personaje lleno de inocencia y energía contenida. Así, Yoncheva se llevó grandes aplausos al finalizar la función; ya que tuvo el privilegio de saludar la primera y recibir una gran y merecida ovacion.
Por otro lado, Matthew Polenzani como Pinkerton nos dejo algo fríos con una interpretación algo inconsistente vocalmente. Aunque su personaje aparece poco en escena, este debe dejar una huella en el público como la que deja en Butterfly y, lamentablemente, esto no llega a ocurrir. En el primer acto se le vio poco comunicativo y distante con su protagonista, algo que pudo solucionar en el último acto llevando el personaje al extremo.
Lucas Maechem, como Sharpless, estuvo correcto; sobretodo en la lectura de la carta y en el último acto donde debe informar -por decirlo de alguna manera- a Butterfly de todo lo que va a ocurrir. Es donde su personaje podía dar más de sí.
Una de las personas que más aplausos se merecieron esa noche fue Annalisa Stroppa, quien nos presento una excelsa Suzuki. Desde los momentos actorales en los que la actriz estuvo más servicial y ausente, hasta la emoción desbordada del último acto en el que sufre por su señora. Posiblemente, la persona que mejor logró presentar un personaje para el recuerdo.
Remarcar también la presencia de Montserrat Seró como Kate Pinkerton y, por supuesto, Juan Noval-Moro como un destacable Goro.
Por último, destacar el trabajo exhaustivo de la partitura por parte de Paolo Bortolameolli, quien dirigió a la Orquesta del Gran Teatre del Liceu con fuerza y viveza; destacando las partes más dramáticas donde la orquesta pudo lucirse con amplitud.
Crítica realizada por Norman Marsà