Ópera de Tenerife presentó los días 19, 21 y 23 de noviembre en el Auditorio de Tenerife, una de las óperas más populares y emocionales de todos los tiempos, Madama Butterfly. Esta magnífica obra de Puccini narra la vida de Cio-Cio-San, una joven geisha atrapada en un romance desgarrador donde se mezclan amor, traición y sacrificio.
Esta ópera en tres actos, narra la historia de la joven geisha y cómo ésta es escogida por el oficial estadounidense Pinkerton para que sea su esposa temporal mientras él permanezca en Japón. El plan de Pinkerton es usarla como pasatiempo, mientras que para Cio-Cio-San la relación es tan seria y su entrega es tan completa que decide renunciar a su fe, ganándose el rechazo de toda su familia.
Una vez más, Ópera de Tenerife demostró su excelencia con una representación de Madama Butterfly que estuvo a la altura de sus ya altas expectativas de cada temporada. Aprovechando las amplias instalaciones del Auditorio para recrear una típica casa japonesa y sus shoji, que servían para crear las diferentes estancias por las que transcurre la historia, y haciendo uso de elementos del teatro tradicional japonés.
En los papeles protagonistas se puede decir que tanto el tenor Giorgi Sturua como la soprano Kristine Opolais ofrecieron interpretaciones inolvidables. Sturua encarnó a un Pinkerton impecable, que, además de demostrar un dominio de lo que exigía su personaje a nivel vocal, también supo transmitir su complejidad. Su potente registro y su habilidad para combinar los momentos de fragilidad con los de arrogancia, hicieron de su interpretación algo incomparable.
Por su parte, Kristine Opolais simplemente brilló en su papel como Cio-Cio-San, destacando por una intensidad dramática y un lirismo que cautivaron al público. Hizo gala de grandes dotes interpretativas a la hora de expresar la esperanza, el amor y, finalmente, la desesperación de Butterfly. Hubo momentos en que su canto estuvo cargado de emotividad, lo que le ganó más de una ovación espontánea del público.
Alisa Kolosova, en el papel de Suzuki, ofreció una actuación entrañable. La mezzosoprano logró capturar la esencia del personaje y nos deleitó con una voz rica y aterciopelada. Su presencia en escena reforzó la relación cercana de la que gozaba con Butterfly, convirtiéndose en su apoyo emocional en muchas escenas, representando con maestría ese dolor al ver impotente el sufrir de su amiga.
Fernando Campero, como Sharpless, estuvo igualmente magnífico. Su interpretación equilibrada ofreció una imagen conmovedora del cónsul estadounidense dividido entre su deber profesional y su cariño por Butterfly. Con su característica voz de barítono, cálida y poderosa a la vez, transmitió la lucha interna del personaje, especialmente en el momento en que intenta advertirla de que Pinkerton no volverá con ella. Campero mostró naturalidad y autoridad en el escenario, añadiendo calma ante la intensidad de la trama.
Alberto Ballesta aportó una notable profundidad al papel de Goro, el casamentero astuto y manipulador. Logró encarnar a un hombre aparentemente servicial, pero que realmente tenía un interés profundamente egoísta. Ballesta hizo gala de una voz expresiva, lo que reforzó la naturaleza engañosa del personaje, destacándose especialmente en las escenas donde Goro maniobró para intentar controlar las vidas de los demás. Su actuación añadió una capa de tensión constante que alimentó los conflictos principales de la ópera.
Bajo la batuta del maestro Ramón Tebar, la Sinfónica de Tenerife estuvo a la altura del desafío que supone interpretar a Puccini. Tebar dirigió con una sensibilidad y un tacto exquisitos, mostrando así su amor por la obra del compositor italiano. Aún y así no dejó de darle un toque personal que se percibió en algunos matices. Los músicos de la Sinfónica respondieron a su dirección con la casi perfección a la que nos tienen acostumbrados.
El Coro Intermezzo de Tenerife, dirigido por Miguel Ángel Arqued, sigue sin perder su rol vital en cada producción. Con su sincronía y precisión vocal demostró que su consigna es el trabajo meticuloso. Desde la celebración del matrimonio hasta las escenas más sorpresivas, como cuando hizo su aparición desde la parte posterior del patio de butacas en un momento álgido de la representación, el coro fue una presencia constante que marcó la acción con intensidad y sensibilidad.
En cuanto a la dirección escénica y el diseño de vestuario, Stefano Monti demostró una enorme maestría. Presentó una puesta en escena que combinaba con perfecto equilibrio tradición y modernidad, cuidó con cariño el contexto cultural de la obra mientras introducía elementos dinámicos del teatro tradicional japonés que dejaron al público embelesado. El uso de los tradicionales paneles deslizantes, o shojis, permitió cambios fluidos en el escenario, que evocaban tanto la fragilidad como la belleza de la misma Butterfly. El diseño de vestuario de Monti fue igualmente sobresaliente, reflejando con detalle la época y la cultura en la que transcurre la obra.
Dicen que todo amante de la ópera debe experimentar Madama Butterfly al menos una vez en la vida, y esta producción de Ópera de Tenerife no solo cumple, sino que eleva esa experiencia a un nivel inolvidable. Prueba de ello es que se pudo ver, ya en la misma noche de su estreno, una ovación de las más largas que se recuerdan en el Auditorio.
Crítica realizada por Celia García