El Teatre Lliure de Barcelona estrena Caramel, el nuevo espectáculo de Arianda Peya y Clara Peya (Les Impuxibles) con textos de Pablo Messiez. El montaje, que reflexiona sobre el consumo de sustancias en un diálogo entre la música, el movimiento y la palabra, podrá verse hasta el 1 de diciembre en el Lliure de Gràcia y el 8 de diciembre en el festival Temporada Alta.
Tras tratar temas como el suicidio (Harakiri), la presión social sobre los cuerpos (Fam), la salud mental (Suite TOC núm 6), la violencia sexual (AÜC) o la identidad (Limbo) en anteriores espectáculos, Les Impuxibles abordan de nuevo un tema que les generaba muchas preguntas y sobre lo que les apetecía reflexionar: ¿por qué consumimos? ¿Porqué aquello que nos hace mal se vuelve un caramelo para el paladar?
En esta ocasión, las hermanas Peya han contado con los textos del dramaturgo Pablo Messiez, quien ha trabajado codo a codo con ellas desde el inicio de la creación, y con los bailarines e intérpretes Yasser D’Oquendo, Helena Gispert, Pol Guimerà, Mabel Olea, Sandra Pujol y Joan Solé para entregar un espectáculo que te deja clavado en la butaca y en el cual, parece que no pase el tiempo.
Caramel nos presenta un texto lleno de complejos personajes que explican su vida en relación al consumo de alguna sustancia que les hace evadir de su realidad. Gracias a la investigación que las hermanas Peya han hecho en conjunto con Messiez, el texto que podemos ver en escena intenta reflejar el tema desde toda su complejidad, quitando todo estigma, y planteando la pregunta sobre el problema sin resolverla ni hacer juicio alguno. Según indican sus creadoras: » nuestra intención es tratar de compartir una cuestión que nos interpela y nos atraviesa».
Justamente, esa mirada es la que se muestra personaje tras personaje. Individuos que en ningún momento indican qué sustancia es la que las mantiene colgadas de un hilo, aunque en varias ocasiones, sin necesidad de informar podemos entender lo que no se dice. Todo ello ocurre en un bar. Un espacio donde la primera droga que todos consumen es algo legal y aceptado socialmente: el alcohol. Otras más vendrán en las idas y venidas al baño, en las noches de soledad en casa donde la cabeza da vueltas y decide sobrepensar, o en cualquier lugar que permita dar rienda suelta a su pasión secreta.
Caramel trata todo tipo de adicciones y consumos, incluso las heredadas; donde podremos ver como una de los personajes nos habla de su madre, de lo que hacía, de lo que ella veía, y en lo que ella misma se ha convertido. Para ello, los textos de Messiez se entrelazan con majestuosidad bajo el amparo de la música original de Clara Peya, que interpreta en directo en cada función, y con las coreografías hipnóticas y psicotrópicas de Ariadna Peya.
El compendio que se disfruta sobre la escena es como una droga para el público presente, quien inicia la historia de forma lenta y pausada, pero que poco a poco demanda más y más. Más de la música experimental electrónica que Clara Peya nos regala y que tanto resuena para la adicción que sentimos. Más de la danza creada por Ariadna Peya que nos eleve al éxtasis a golpe de vaso, silla, mesa y todo lo que se le ponga por delante mediante un sinfín de figuras contemporáneas ofrecidas por Yasser D’Oquendo, Helena Gispert, Pol Guimerà y Mabel Olea que expresan lo inacabable. Y más textos del puño y letra de Pablo Messiez como los que Joan Solé o Sandra Pujol recitan con pasión mientras nos rompen por dentro. En mas de uno podremos llegar a reconocernos.
Caramel se convierte así en un montaje adictivo que ver y disfrutar mientras, agarrado a una butaca, sientes el dolor que las adicciones, el consumo y la sociedad (porque cada consumo tiene un porqué arraigado que hace que queramos mas y sigamos hechando arena a nuestra tumba) hace mella en los personajes. Este sentimiento agridulce solo te soltará cuando la última tecla del piano suene y las luces se apaguen. Entonces, estarás en paz tras haber disfrutado de un caramelo sin igual.
Crítica realizada por Norman Marsà