La sala Dau en el Sec de Barcelona presenta El clam del buit, un monólogo protagonizado por la actriz Mercè Managuerra donde Marc Garcia Coté firma la dirección y el texto. La obra narra la historia de una mujer que intenta salvar a un hombre que quiere suicidarse desde el tejado del edificio de enfrente.
El clam del buit es un casi-monólogo de una mujer que intenta salvar, con la palabra como única herramienta, a un hombre que quiere suicidarse desde el tejado del edificio de enfrente. Ambos se plantan cara desde el sexto piso de los respectivos apartamentos parisinos, separados por la calle y el vacío. Es el mediodía y hace un sol radiante. No lo esperaba, evidentemente, aunque la mujer parezca esperar lo inesperado desde hace años; algo que nos hace sospechar que hay más historia tras su balcón que en el del vecino. Y es en ese instante sospechoso, al borde del precipicio urbano, que debe crear un vínculo para calmar al hombre y detenerlo mientras los bomberos no lleguen. Desde el principio, la mujer, nuestra protagonista, le habla torpemente pero, a medida que su discurso avanza, algo misterioso parece calmar al hombre e inmovilizarlo. Es gracias al Otro que quizás nuestra protagonista pueda encontrar un camino hacia sí misma; algo hasta ahora impensable. Es también gracias al Otro que tendrá la posibilidad de reparar un momento olvidado de su pasado que, encarnado repentinamente por este hombre al límite de la desesperación, surge de nuevo como un presente. Quizás podremos vislumbrar una nueva esperanza por ambos…
Marc Garcia Coté nos presenta una obra que trata el suicidio de una forma directa desde una escritura poética, íntima y humana. El texto original de El clam del buit fue escrito en francés por Garcia Coté bajo el título La clameur du vide. Un texto basado en una experiencia personal del autor, que presenció el intento de suicidio de un hombre desde su balcón en París hace unos años. Siguiendo las indicaciones de una operadora de emergencias, intentó hablar con el hombre para crear un vínculo y ayudarle a mantenerse a salvo hasta la llegada de los bomberos.
Marc Garcia Coté nos presenta así un texto cuya escritura, en ocasiones rimbombante (o como él mismo dice: «una escritura fragmentaria que transmite la explosión de emociones desligadas, inconexas, incluso incoherentes que expresan de la forma más ajustada los secretos de ese momento») que genera una sensación de estar en vilo constante, a la par que nos hace empatizar con los sentimientos bloqueados de nuestra protagonista. Garcia Coté se corona con un texto que engancha y con el que el espectador, de forma casi inconsciente, pide más y más.
Por otro lado, el gran seguro de El clam del buit es su intérprete, Mercè Managuerra. Con más de 45 años de trayectoria en el mundo del teatro como productora, actriz y docente en el Institut del Teatre, y como fundadora y directora artística del Teatro Akademia, Managuerra sube al escenario pisando bien fuerte (aunque el espacio sea limitado y nos genere una ansiedad buscada) para presentarnos un personaje tierno y empático lleno de historias vividas. En ocasiones, sus ojos muestran más que el texto; hay algo que el personaje no nos explica pero que necesita verbalizar… Puede que lo sepamos más adelante, dentro de este largo día de charla forzada entre vecinos sin relación en la que ambos dirán la suya. Efectivamente, el Otro no se expresa verbalmente en ningún momento pero, si nos fijamos, podremos ver sus respuestas en la interpretación que Managuerra nos regala. Gracias a la derrochadora empatía de su personaje, no solo la veremos a ella en escena, ya que en sus reacciones vislumbraremos e identificaremos al suicida. Un trabajo actoral que se mereció grandes aplausos al final.
En la parte técnica, me gustaría destacar la sencilla y cuidada escenografía creada por Vicent Calabuig basada en una plataforma de apariencia inestable que nos transmite rápidamente esta sensación de ansiedad, de inestabilidad emocional y de constante búsqueda de un lugar seguro (mental y físico) que nuestra protagonista utiliza para entablar conversación con el Otro. Si bien es cierto que en todo momento se especifica que nuestra protagonista se encuentra en un balcón de París -algo que puede despistar al espectador en su inicio-, esta decisión técnica se basa en la metáfora de caminar sin red y/o sobre una plataforma inestable en la que los sentimientos de nuestra protagonista se confunden y nos mantienen en vilo. Una forma de forzar, aún más, un texto que demanda generar una ansiedad estática en el público. Junto a la tenue iluminación de Alberto Rodríguez Vega y el destacable espacio sonoro de Bruno Ronzani, el público espera lo peor en sus sillas.
El clam del buit es, en definitiva, una pequeña obra que engancha al espectador en su butaca mientras le explica una historia con la que se podría relacionar rápidamente. Un golpe certero sobre el suicidio y la salud mental en un mundo que, en ocasiones, es demasiado para todos/as. Por muy mal que estemos, siempre podemos encontrar un refugio en alguien (incluso en un desconocido).
Crítica realizada por Norman Marsà