El Gran Teatre del Liceu de Barcelona programa la ópera de Giuseppe Verdi, La forza del destino. Una producción de Jean-Claude Auvray bajo la batuta del maestro Nicola Luisotti e interpretada por las excepcionales voces de Anna Pirozzi/ Saio Hernández (Donna Leonora), Brian Jagde/Francesco Pio Galasso (Don Alvaro), Artur Ruciński/Amartuvshin Enkhbat (Don Carlo di Vargas), entre otros.
La forza del destino, ópera inspirada en el drama Don Álvaro, o la fuerza del sino del Duque de Rivas, trata sobre un rico indiano, Don Álvaro, que planea una fuga con una dama noble de Sevilla, Leonora, única hija del Marqués de Calatrava. Cuando están a punto de huir, el padre les sorprende y ordena arrestar a Don Álvaro. Éste se entrega, pero con la mala suerte de que la pistola que tiene en la mano se dispara accidentalmente y mata al Marqués. A partir de ese momento, los dos amantes vivirán separados. Don Álvaro se irá a la guerra —buscando morir, la única salida para su dolor— y Leonora ingresará en un convento para purgar sus penas eternamente. Mientras, Don Carlo, el hijo del Marqués y hermano de Leonora, los buscará a ambos para cumplir con el último deseo de su padre: vengarse. Después de años de búsqueda, finalmente encontrará a Don Álvaro en Italia y le perseguirá hasta Sevilla. En su duelo final, Don Álvaro le matará, pero Don Carlo aún tendrá tiempo de apuñalar a su hermana cuando ella va a ayudarle.
En la primera versión de la ópera, como en el drama del Duque de Rivas, Don Álvaro también muere al final. Pero en la revisión de 1869, Verdi introdujo dos cambios importantes: escribió una apertura magnífica y salvó la vida del protagonista al final, perdonado por Dios, pero condenado a vivir con otro destino, el de la soledad y la culpa. Dos cambios que mejoraron el resultado y le dieron más dramatismo.
La forza del destino es una de las tragedias más intensas de Verdi. Incluida en sus mejores 10 óperas, la obra confirmó su etapa de madurez artística. En ella, la obra explora pasiones violentas y un destino inexorable, que Auvray presenta una excelente escenografía minimalista, austera y simbólica (creada por Alain Chambon) que refuerza los temas centrales de la ópera —la obsesión con la muerte, la fatalidad inevitable—, una ambientación histórica y, al mismo tiempo, concede espacio a los cantantes para que puedan dar lo mejor de sus voces y brillar en los pasajes más exaltados de la partitura.
La forza del destino es una opera exigente para sus cantantes, puesto que Verdi no lo puso nada fácil, por ejemplo, en el papel de Donna Leonora, en esta versión interpretado por Anna Pirozzi y Saio Hernández. Un papel muy arriesgado vocalmente que, en la noche del estreno, Pirozzi defendió a capa y espada mientras, en cada una de sus apariciones, el respetable aplaudía a rabiar. Aunque en los dos primeros cuadros de la opera sus apariciones no fueron excelsas, se ha de reconocer la maravillosa interpretación de «La vergine degli angeli» con unos legato de ensueño, y la esperada aria «Pace, pace mio Dio» del cuarto acto, donde se coronó con un gran y regulado control vocal y un destacable final de aria.
Por su parte, el tenor Brian Jadge, quien interpretaba a Don Alvaro, pareció tener varios problemas en el primer acto que hicieron que su interpretación no brillara lo suficiente. Poco a poco, la calma se fue apoderando de él hasta rematar una exigente «Oh tu che in seno agli Angeli» que arrancó grandes aplausos. Su desempeño prolongado fue bien agradecido en los aplausos finales.
El barítono Artur Ruczinski, quien interpreta a Don Carlo di Vargas, nos dejó un personaje aceptable actoralmente pero con algunas faltas vocales que no le dieron cuerpo a un personaje que requiere peso y una voz potente y dramática.
John Reylea como padre Guardiano, exhibió sus mejores notas para, con su calidad de bajo, presentarnos a un preboste serio y pensativo, que se llevó merecidos aplausos en los saludos finales.
Junto a él, el barítono Pietro Spagnoli se llevó de calle la ovación del público por su perfecto Fra Melitone; un personaje que disfrutamos vocalmente -aun no tener momentos de brillantez en partitura- pero sí, continuos momentos cómicos y desenfadados que hicieron la delicia del respetable que no dudó en agradecerle el buen trabajo.
Por último, Caterina Piva nos entregó una Preziosilla juvenil y juguetona. En algunos momentos se la vio dudosa entre el coro, como esperando su turno; algo que debería cuidarse (no estar bajo el foco no implica que no se la vea en escena). Aun así, nos entregó un personaje aceptable, aunque dudo sinceramente que diera todo de sí en esta primera función.
Destacar también el trabajo de Moisés Marín como el Maestro Trabuco, Laura Vila como Curra y, el siempre excelente Giacomo Prestia como autoritario Marqués de Calatrava. Los tres realizaron un muy buen trabajo en escena.
En la parte musical, destacar el trabajo del maestro Nicola Luisotti dirigiendo a la Orquesta del Gran Teatre del Liceu quien, en todo momento, mantuvo la progresión dramática necesaria de este drama Verdiano. Generando así una tensión teatral necesaria para lo que ocurría en escena y que, posiblemente, podría haber apretado un poco más para crear un pulso mas marcado.
En base al coro del gran teatro, destacar el excelso trabajo de su director Pablo Assante, quien nos dio un coro, como ya es habitual, bien formado y empastado, que se convierte en un protagonista indispensable en las óperas de la casa. En operas como esta, el coro está muy presente en escena y, en cada una de sus apariciones, agradecemos un buen trabajo. ¿Sería ya hora que el coro presentara un concierto en solitario? No sería mala idea.
Finalmente, en la parte técnica, remarcar el destacable y vistoso vestuario de Maria Chiara Donato que, en contraposición con la tenue iluminación de Laurent Castaing, presenta un conjunto forzado que se convierte en una delicia desde la butaca.
Como indicaba anteriormente, La forza del destino es uno de los dramas Verdianos en lo que la madurez del artista es más reconocible. Este no hace que sea una de sus mejores operas pero sí un espectáculo digno de disfrutar.
Crítica realizada por Norman Marsà