Tradiciones españolas son el Roscón de Reyes, la Semana Santa o representar Don Juan Tenorio por Todos los Santos. Cuando este drama comenzó a caer en desuso en la Barcelona del siglo XIX y XX, surgieron parodias populares, y ahora retoman esos Tenorios en broma Andreu Buenafuente y Silvia Abril, dirigidos por Carles Sans: El Tenoriu contraataca en el Teatre Poliorama.
El Tenoriu que nos llega ahora, en pleno 2024, es heredero de un sinfín de esencias, pero de entrada de las parodias qu puso de moda el gran actor Josep Santpere desde 1932 y que representó con su hija Mary Santpere en 1938 como El Tenorio musical, y más adelante ella misma junto al proverbial Alady (en el Teatro Cómico desde los años 40), antes de conjurar la versión que perviviría hasta nuestros tiempos, el Don Juan Tenorio con Joan Capri que dirigió Ventura Pons en el Teatre Romea en 1976.
Mucho humor, mucha tradición y muchos cómicos que hoy en día comenzaban a quedar olvidados. Fue el deseo de Andreu Buenafuente y Silvia Abril homenajear todo aquello con una nueva versión de la parodia, con texto de Israel Solà a partir de los inmortales versos de Zorrilla, y dirigidos por en Triciclero Carles Sans. Hay homenajes desde los vestuarios y algunos de los chascarrillos a los telones y decorados, pero al mismo tiempo hay traslaciones a nuestros tiempos del mismo tipo de bromas tópicas que habrían quedado trasnochadas: donde la Doña Inés de Mary Santpere se marcaba un cuplé o un pasodoble, por ejemplo, la de Silvia Abril se desata en un reggeaton que cumple tanto la misma labor que los versos originales como los traduce al lenguaje contemporáneo.
Para acabar de redondear la comedia y el teatro, hay dos elementos más imprescindibles: uno, unos buenos secundarios, aquí tres grandes cómicos como Roger Julià (Don Luis Mejías y la monja repostera), David Olivares (Ciutti, Comendador) y Anna Bertran (doña Ana de Pantoja, Brígida, la Abadesa y el padre de Don Juan), apoyados por Toni González Lillo y la voz del director, Carles Sans. Todos llevan perfectamente la comedia hacia donde se requiere, siendo quizás las dos actrices, Abril y Bertran, las que demuestran moverse también perfectamente en los (pocos) segmentos más serios de la obras, como floretes atemperadores. Y sí, Andreu Buenafuente tiene suficiente teatro en él para más que salvar la papeleta, con un Tenorio gamberro pero reconocible, carismático y más chulo que un ocho.
El segundo elemento, y relacionado, está el metapersonaje que se funda en la percepción que los espectadores tienen de los actores, principalmente Andreu y Silvia: en las numerosas salidas del personaje al actor que ofrece la obra, no vemos al Andreu real sino sobre todo al Andreu-personaje, el que los espectadores teatrales esperan por sus apariciones en la televisión o la radio. Una construcción entre cálida y orgullosa (sus humillaciones de Roger Julià son un paralelismo a las de Don Juan a Don Luis), que acerca al antihéroe, ofrece los gags metaficcionales de cara a la galería necesarios (estos Don Juan y Doña Inés no dejan de estar públicamente casados) pero que también se permite hacer una lectura moderna del final de la obra.
Y no obstante las licencias, la suma de gagas, chascarrillos, bromas internas… hacen que la comedia funcione. Funciona porque como parodia no deja de respetar lo suficiente el material original para que esto no sea un sálvese quien pueda constante. El verso se dice perfectamente, los momentos dramáticos se pueden puntuar con sorna o distanciamiento clown, pero siguen siendo clave, y pese a los recortes que dejan la obra en algo menos de hora y media, este Tenoriu sigue siendo El Tenorio. O al menos, un Tenorio.
Uno que nos hace reflexionar incluso sobre la vigencia de estos arquetipos (como hacía recientemente Alberto San Juan con su Macho grita) pero también de este teatro. Sinceramente: ver este Tenorio cómico hace incluso más apetecible ver uno en serio. E incluso desear que este vuelva otra vez el año que viene, porque claramente, como indican las entradas agotadas desde hace semanas, la gente quiere más.
Crítica realizada por Marcos Muñoz