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08.11.2024 Críticas  
Jauría – Crítica 2024

Cinco años después de su estreno, Jauría, de Jordi Casanovas, llega a la Nave 10 Matadero de Madrid, con todo vendido, en pleno revuelo mediático por los nuevos casos de agresiones sexuales en la política y la escena teatral.

Nadie es ajeno al argumento de Jauría, de Jordi Casanovas, texto elaborado a partir de las transcripciones del juicio de La Manada, que tuvo lugar entre 2017 y 2019, así como de los testimonios de defensa y acusación. Todo un trabajo de orfebrería teatral que le valió al proyecto el premio Max a mejor espectáculo del 2020, y consenso entre crítica y público de la gran calidad del montaje en todos los departamentos del mismo.

Miguel del Arco vuelve a dirigir Jauría, en lo que podría calificar como el «montaje catalán», ya que este viene directo del Teatre Goya de Barcelona, con elenco íntegramente catalán. Ella es Ángela Cervantes (con Valenciana, adaptación del texto de Jordi Casanovas, ahora en cartelera); y La Manada son: Quim Àvila, Artur Busquets, Francesc Cuéllar, Carlos Cuevas y David Menéndez. Se han respetado el diseño escénico de Alessio Meloni, el de iluminación de Juan Gómez Cornejo, y el de sonido de Sandra Vicente; solo cambiando el diseño de vestuario, siendo el actual de José Novoa.

Yo asistí hace cinco años al estreno de Jauría en el Pavón Teatro Kamikaze, y sentí esa electricidad en el ambiente y esa expectación por ver la actualidad sobre un escenario; pocas veces un suceso ha sido trasladado tan rápido a las tablas, y esa inmediatez me descolocó. Si algo es «necesario» cuando se estrena, este montaje de Jauría parecía que lo era, y asi fue percibido por el publico, y la acogida fue inmensa.

Salí removido por primera y única vez, por un personaje interpretado por María Hervás, y sigo manteniendo que es su mejor trabajo hasta la fecha: alabo la dirección de Miguel del Arco en ese ejercicio de fragilidad, vulnerabilidad y realidad. Mismo caso con La Manada «original», Fran Cantos, Álex García, Ignacio Mateos, Raúl Prieto y Martiño Rivas. Su presencia en escena era amenazante e inquietante, y la tensión que se generaba en el patio de butacas era palpable: uno hasta se podia dejar engañar momentanemente ante sus testimonios y considerarles buenos chicos hasta que la madeja se iba desenredando y las carcajadas ahogadas en el juicio hacian su aparicion.

Jauria es un montaje que juega con la duda, y con la desconfianza en lo que uno siente, ve o percibe, como en el testimonio de ella, que de mil veces repetido ella comienza a contradecirse y la defensa se agarra a que lo único que ella mantiene es el no haber sentido dolor, o al menos no haber sido consciente de ello. La presunción, el shock, el relato, los sentimientos, todo se cuestiona y se somete al microscopio del aséptico y ¿justo? lenguaje legal.

Es precisamente esa asepsia la que me aleja en esta ocasión de Jauría, o es que quizás ya no siento la amenaza, ya conozco al enemigo y no me la cuela. No tengo la sensación de tener sentimientos encontrados y que en cierto aspecto se juegue conmigo y me haga dudar. Quizás mi yo del 2024 ya ha aprendido y asimilado la lección, y se ha enfrentado a una agresión sexual que ha ocurrido a escasos metros, y no hay duda alguna que quepa.

Siento menos fuerza en la interpretación de esta Jauría, aun percibiendo el poderío interpretativo de todos ellos: no siento vulnerabilidad y desprotección en Ángela Cervantes, y es totalmente culpa mia por comparar entre montajes, y por exponerme a una reflexión interior de por qué una persona fuerte no va a ser victima de una agresión. Todos ellos estan fantasticos, pero no les temo: huelo el peligro.

Jauría ya es un éxito de público (han agotado localidades para todas las funciones), y las loas, aplausos y público en pie se repiten cinco años después del estreno. Jauría ya nació como un clásico instantáneo, y los años le están dando la razón.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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