Los gemelos Antífolo y los también gemelos Dromio fueron separados tras un naufragio: una pareja de amo y criado crece en Siracusa y la otra en Éfeso. De los avatares que se sucedieron en esta enredadísima comedia, La comedia de los errores, dieron buena cuenta Plauto y William Shakespeare, a quien adapta ahora Albert Boronat en el Teatre Goya de Barcelona.
Andrés Lima dirige a Pepón Nieto, Fernando Soto, Rulo Pardo, Santiago Molero, Avelino Piedad y Esteban Garrido. Seis actores, cada uno con su personaje principal, incluyendo los femeninos (magníficos Piedad como Adriana y Pardo como Luciana) igual que en el teatro isabelino, pero que se desdoblan en los más de 20 que recorren esta comedia. Una multiplicación de los panes y los peces cada vez más alocada, que es buscada, pero que recientemente hemos podido ver también en El collar de la reina o El perro del hortelano, y que resulta mitad elemento cómico, mitad queja de las restricciones del mundo teatral en España, que ya encuentra complicado hacer viable económicamente una compañía comercial de teatro clásico con veintipico actores. A todos los caracteres que interpretan hay que sumar una media máscara del propio actor que aparece aquí y allí cuando lo requiere.
Desde el prólogo de esta obra se pone en valor el error, imprescindible para la existencia del acierto. Y en toda comedia de enredos los hay, y muchos, que permiten que la bola se vaya haciendo más grande, pero aquí se aprovecha el error de más maneras. Como gag cómico, como alivio escénico liberador, como mirada externa… y en particular se acerca al error escénico (algunos que escapan al control de los actores, como que los gemelos no se parezcan, querer interpretar a 20 personajes con seis actores o los errores del propio autor) con buena fe y apoyándose entre ellos. La mutación como error de la vida que nos ha permitido existir tanto como la empatía. El «si non è vero è ben trobato» que permite que las historias sigan viviendo.
El equipo funciona como un reloj excepto cuando requiere por exigencias del guion no hacerlo. El alivio cómico no es tal sino que impregna la obra entera de punto de vista, metateatro y diálogo con el público, implícito y explícito. Y si los elementos humanos nos recuerdan que el errar es muy… ídem, así el vestuario de Paola Torre nos transporta inmediatamente a cada uno de los personajes que tenemos en escena y su función en la obra.
La comedia de los errores es una función divertidísima y entrañable, y la comedia más corta de Shakespeare, dicen aquellos que las han medido. El slapstick que vemos en escena, incluso las artes marciales orientales o de dibujo animado con onomatopeyas y gifs animados vivientes, no son más que la translación de lo que ya metió William en su obra original, la más cercana a la farsa de todas sus comedias.
Aunque Éfeso no tenga puerto porque está a 8 km del mar. Pero ¿qué iba a saber el común de los espectadores de Shakespeare del siglo XVII… o del XXI?
Crítica realizada por Marcos Muñoz