novedades
 SEARCH   
 
 

22.10.2024 Críticas  
Le congrès ne marche pas – Crítica 2024

La Calòrica ha regresado al Teatro Valle-Inclán de Madrid con Le congrès ne marche pas; una producción del Centro Dramático Nacional y el Teatre Lliure. La compañía catalana aborda desde el humor y en clave política el Congreso de Viena de 1814, para lanzar un paralelismo con el capitalismo voraz de los siglos XX y XXI.

Tras el fracaso de la revolución napoleónica, las grandes potencias se reúnen en Viena, convocados por el ministro austríaco, Klemens von Metternich para repartirse los restos del imperio francés y asentar su dominio. Para Rusia, Austria, Gran Bretaña y Prusia, la monarquía absoluta es el único sistema posible. Sin embargo, el congreso no marcha. La cumbre se transforma en una fiesta hedonista que se extiende durante meses para hartazgo y desesperación de los vieneses, que ven duplicada la población de la ciudad y mermados sus recursos. Todo y todos deben servir al exclusivo disfrute de esa élite concentrada en el lujo y la frivolidad, ciega a los cambios que anuncian su fin. Un fin que en ese momento también se cernía sobre la población de Sumbawa, una pequeña isla indonesia que sería arrasada en 1815 con la erupción del volcán Tambora. El juego especular y metafórico de estas dos sociedades al borde de un colapso, servirá a su vez para reflexionar sobre nuestro presente.

Joan Yago firma un texto de carácter cómico y fondo político con un perfil sutil que la dirección de Israel Solà afina sin hacerlo evidente. El montaje ofrece los cabos e interpela al espectador para que trace las conexiones. Ese objetivo cristaliza en los dos últimos actos. Tras la disparatada fiesta vienesa y sin transición, Margaret Thatcher (brillante Roser Batalla) entra en escena para pronunciar un solemne discurso con su lema “there is no alternative”, defendiendo el liberalismo económico como única solución posible. Su arenga nos resulta sorprendentemente paralela a la que las monarquías presentes en Viena habían hecho casi doscientos años antes. Éstas sostenían el absolutismo como único orden natural subestimando o pretendiendo ignorar los postulados de Adam Smith que comenzaban a despuntar. Planteada la simetría, el último acto nos sitúa en el tiempo presente, en una sociedad que ha abrazado el capitalismo y divide el mundo entre los que sirven y los que son servidos. En este entorno, soberbio e insolidario, la rebeldía surge como un acto poético e inspirador ejecutado por Joan Esteve con plasticidad magnética. Pero este catarsis siembra también la pregunta. ¿Podrían las modernas sociedades capitalistas estar ciegas ante las amenazas que anuncian su colapso, como lo hizo el volcán Tambora en Sumbawa y las revoluciones que propiciarían el fin del absolutismo?

El montaje en conjunto es interesante y la primera parte de un humor vivo, pero la estructura no termina de fluir. El ritmo es demasiado narrativo con cierto abuso de la voz en off (salvado solo por la calidez que le aporta Vanessa Segura). La alternancia entre momentos muy brillantes con otros planos desluce el resultado, aunque brilla siempre gracias al extraordinario trabajo interpretativo coral del elenco integrado por Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López, Tamara Ndong, Marc Rius, Carles Roig, Júlia Truyol, además de los mencionados Roser Batalla y Joan Esteve.

La puesta en escena, no obstante, es un acierto rotundo con soluciones imaginativas y de valor simbólico que subrayan la farsa (como el uso de peleles para representar a las naciones que, aun estando presentes en el congreso, no tuvieron ningún poder decisivo). El trabajo de Bibiana Puigdefàbregas, diseñando el espacio, encuentra un interlocutor perfecto en la iluminación de Rodrigo Ortega Portillo, así como en el omnipresente y muy narrativo espacio sonoro del que son responsable el Guillem Rodríguez y David Solans.

Le congrès ne marche pas es un buen montaje de dramaturgia solvente aunque sólo su final efervescente consigue despertar un interés genuino. Entretiene y nos hace pensar en el retrato de un momento histórico que, como un eco, se repite constantemente a lo largo del tiempo con otros actores siempre encerrados a sus propios intereses individuales y ciegos ante los cambios que los destruirán. Esperaba algo más de La Calòrica pero lo que nos presentaron en el Teatro Valle-Inclán es esencialmente un buen montaje que no puedo confundir con mis propias expectativas.

Crítica realizada por Diana Rivera

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES