Nave 10 Matadero inaugura su actividad en Madrid, y abre temporada con Juana de Arco de Sergio Martínez Vila y Marta Pazos, directora invitada del nuevo proyecto para este espacio, y donde proponen una Juana desmitificada, visionaria y cándida, enfrentándose al privilegio y a la ley terrenal del patriarcado.
Juana de Arco son sus actrices: Georgina Amorós, Katalin Arana, Macarena García, Lucía Juárez, Bea de Paz, Ana Polvorosa y Joana Vilapuig (en el papel de Juana de Arco). Texto de Sergio Martínez Vila, dramaturgia y dirección de Marta Pazos, coreografía de Belén Martí Lluch, diseño de espacio escénico de Max Glaenzel, diseño de iluminación de Nuno Meira y vestuario de Leandro Cano; diseño de sonido y composición de música original de Hugo Torres.
Un espacio rosa chicle Boomer para una Juana de Arco naif y que se nos presenta terrenal, conectada a la naturaleza y a su tierra, armada de flechas de trigo y un arco deconstruido de esparto; imagen guerrera, que nos lleva a la mitología, Diana francesa, no binarie, clarividente y conectada a la Luna. Las voces que la guían le piden que se las identifique por una imaginería reconocible por lo popular pero su plan su estrategia, vienen de más allá.
La propuesta coreográfica de Belén Martí Lluch es tribal, marcial, e individual más allá de realizarse en grupo. A Juana se le acusó de bruja, de asociarse con otras como ella practicar ritos de invocación a Satán en los bosques que circundaban su ciudad; cuando su acción, y la de las actrices es pura meditación y acción individual realizada en grupo. Juana ni siquiera quiso liderar un ejército, sino que le acompañasen en la campaña de liberación que le había sido transmitida por las voces.
Según avanza el espectáculo el rosa escénico se muda a sombras del rojo, del gris, del negro de las cenizas en las que se convertirá Juana, anticipando un final ya anunciado y conocido. La determinación, el desacato a la autoridad y la ruptura de la normatividad imperante son el pavimento del camino al cadalso de una Juana que se da de bruces con el patriarcado, la monarquía y el régimen marcial. Rey, juez, el Maligno, todo presencias masculinas que utilizan, señalan y manipulan una voluntad férrea de una identidad disidente a la que su voluntad y libre albedrío se le ve negado, obstruído y cuestionado.
Este Juana de Arco es una fantástica elección como inauguración de un proyecto que renace y que bebe de un legado que ya nadie pedía recuperar en este espacio, pero que sin dinamizar, recupera el relumbrón de lo que fue la Nave 10 en sus comienzos. Lo he disfrutado, he sonreído ante los momentos musicales que ya considero un guiño irónico en cualquier montaje. Me han exasperado las lentas transiciones, las coreografías «sucias» de las que creo entender esa ausencia de sincronía aunque la coreografía la pida a gritos. Ha roto mis expectativas de un final flamante, por una sencillez escueta y poco luminosa, aunque con gran simbolismo pero inconsecuente con el comienzo.
Juana de Arco ya ha agotado localidades para todas las funciones, y es gracias a lo mediático del elenco, a la idolatría por la Pazos, y a que aunque una gris temporada teatral de teatros nacionales y municipales, esta llama rosa sea la luz que guía a una audiencia nostálgica y adicta al FOMO.
Crítica realizada por Ismael Lomana