El Teatro de la Abadía de Madrid recibió, en cuatro únicas funciones, Borges y yo, recuerdo de un amigo futuro. Un montaje concebido por la actriz alemana Hanna Schygulla como un homenaje al escritor Jorge Luis Borges, con una dramaturgia que dialoga entre la literatura del autor argentino y el tango.
El tango, Borges y yo (Der Tango, Borges und Ich) fue el personal tributo que Hanna Schygulla creó en 2003 con un espectáculo construido a partir de siete cuentos cortos de Jorge Luis Borges que intercalaba con tangos populares y música original del compositor alemán Peter Ludwig. Años después, durante un encuentro en París, Hanna cedió el proyecto y el testigo de la interpretación a la argentina Andrea Bonelli como “regalo de una actriz a otra actriz”, reservándose la dirección escénica.
A partir de entonces, ambas trabajaron en esta nueva versión, que sustituye alguno de los cuentos breves originales y se articula como un diálogo entre el mundo de Borges y el tango. Una contraposición de dos lenguajes formalmente antagonistas que sin embargo fluye orgánicamente en escena. El universo culto e intelectual del escritor se ve glosado por una música de raíz popular como es el tango. Andrea Bonelli será la voz, a veces hablada otras cantada, que nos conduce por este encuentro de mundos en el que los cuentos de Borges emergen como islas pobladas por laberintos, espejos, relojes de arena y enormes bibliotecas.
Los tangos seleccionados son piezas conocidas, incluso por quienes no somos expertos en el género. Volver, La última curda o El día que me quieras retratan tragedias de seres que vagan entre esperanzas débiles y realidades frustradas. Son, en definitiva, historias crudas que complementan el universo velado del escritor.
Peter Ludwig al piano y Peter Wöpke en el violoncello, interpretan en directo los tangos y las tres composiciones originales que Ludwig creó para este espectáculo. Ambos han formado parte del montaje desde su concepción original y su música en directo, omnipresente en escena, colabora en la creación de una atmósfera propia. Es esta atmósfera, precisamente, lo más relevante de esta valiente proyecto. La interpretación exquisita de Bonelli y la dirección entregada de Schygulla, en la que palpita su admiración por el escritor, dan lugar a una dimensión elegante y personal en las que los relatos de Borges resuenan con un eco especial.
La presentación en escena es limpia, centrada exclusivamente en el valor de la palabra; la verdadera protagonista y elemento axial del montaje. Una iluminación generalmente narrativa diseñada por Eli Sirlin se encuentra con el componente audiovisual como el refuerzo dramático. Es una solución simple pero muy efectista que subraya la voz de Bonelli y complementa la escenografía mínima de Oria Puppo.
Borges y yo, recuerdo de un amigo futuro es un homenaje personal y emocionado para el más universal de los escritores argentinos. Un montaje que bebe del mundo lleno de velos y dimensiones imposibles de la literatura de Borges y nos guía en un viaje teatral y musical a través de dos lenguajes enfrentados que se crecen en su confrontación.
Crítica realizada por Diana Rivera