Bette Davis, Loba, vuelve a los escenarios por obra y gracia de Juan Mairena que escribe y dirige un biopic confesional de un único escenario con aires de cine y guión clásico. Un buen vehículo dramático para mayor gloria interpretativa de Mélida Molina, Carlos Troya y Jorge Varandela en la sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez de Madrid.
Madre de tres hijos de 10, 11 y 15 años, divorciada. Estadounidense. Treinta años de experiencia como actriz de cine. Conservo movilidad; más amable de lo que dicen. Se ofrece para trabajo estable en Hollywood (experiencia en Broadway). Bette Davis, att. Martin Baum, G.A.C. Referencias bajo pedido. Esto decía el anuncio que la revista Hollywood Reporter publicó el 24 de septiembre de 1962. Un hecho real a partir del cual Juan Mairena despliega talento y creatividad para imaginar cómo fue la gestión de una inserción peculiar primero y viral después.
Mairena supone a Bette Davis acudiendo a las oficinas de este semanario para dictar ella misma el texto a publicar. Oficinas en las que le recibe un administrativo, Lukas Heller, británico emigrado y aspirante a hacerse un hueco como guionista en la difícil meca del cine. Un encuentro ficcionado con una combinación de diálogo y soliloquio que bien podría pasar como una escritura tomando en sus sentencias, ritmos y planos dramáticos lo mejor de las grandes películas protagonizadas por la Davis: Eva al desnudo, Jezabel, La Carta o La loba, sobrenombre por el que sería conocida Bette y de la que toma su título esta dramaturgia.
Mélida Molina encarna a la gran diva en sus esplendorosos 54 años y con la seguridad de contar a sus espaldas con dos premios Óscar, ocho nominaciones y decenas de grandes papeles. Una combinación de seguridad y aplomo, frustración y amargura transmitida a partes iguales por el texto, el tono de su voz y la expresividad de su gesto. Una misión en la que se le complementan, según la fecha, Carlos Troya y Jorge Varandela, siendo este último al que tuve el gusto de ver actuar días atrás.
Troya/Varandela tienen la nada difícil misión de ser secundarios, pero aun así estar siempre presentes y conseguir mostrarse como alguien más que el mediador para que su admirada despliegue su biografía, su carácter y su visión sobre la vida y la industria que tan difícil se lo pone. Varandela lo logra con un trabajo en el que transmite ilusión, admiración y la dosis justa de comicidad para contrarrestar la tentación de exceso e histrionismo en que podría derivar Loba si Mairena hubiera optado por un monólogo.
Una atmósfera de espontaneidad, intimidad y reflexión apoyada por la ambientación de años 60 que transmiten la iluminación de Bea Franco, el vestuario de Guadalupe Valero y la caracterización de Chema Noci. Además de teatro, Loba es también una declaración de amor al cine clásico, he ahí la video creación de Luiscar Cuevas y el trampantojo de la escenografía de Juan Sebastián Domínguez. Algo que transmite su muy buena escritura, motivo por el que perduran las buenas sensaciones que me produjo su representación y razón por la que apuesto a que más pronto que tarde, me haré con él para disfrutar con su lectura.
Crítica realizada por Lucas Ferreira