Una comedia de miedo, llena de misterio y giros inesperados que suceden en lo que debía ser un fin de semana romántico en el campo. El tándem Jordi Galceran – Sergi Belbel vuelve al Teatre Borras de Barcelona con Turisme Rural, una comedia desternillante protagonizada por Mireia Portas, Ivan Labanda, Anna Güell, Lluís Villanueva y Joel Cojal.
Un matrimonio (Mireia Portas e Ivan Labanda) llega en plena noche a una casa de turismo rural para pasar un fin de semana romántico. Han decidido ser padres, estos días son los adecuados para ponerse e ello y quieren aprovechar este ambiente bucólico para encargar la criatura. Los anfitriones, por eso, no son tan acogedores como era de esperar y les arrastraran por una espiral de situaciones inesperadas y angustiantes que les obligaran a repensar su deseada paternidad, e incluso, el futuro de su relación. Lo que debía ser una casa rural tranquila, con los pájaros cantando, el sol saliendo entre las montañas y el desayuno incluido, se parece más a un túnel del terror.
Jordi Galceran y Sergi Belbel vuelven a formar tándem para presentar esta propuesta que trata con humor temas universales como la dicotomía campo-ciudad o la búsqueda de la paternidad.
¿Somos los urbanitas, o los pixapins (como se nos llama a los de Barcelona en el «campo») unos dictadores desagradecidos que pensamos que el dinero puede comprar la paz mental? ¿Son los de campo, gente que debe arreglar sus vidas y buscar una nueva fuente de ingresos como las noches rurales y/o fines de semana temáticos para sobrevivir en un tiempo en el que el campo cada vez es más difícil de mantener? Estas y otras dudas exageradas -dejémoslo claro desde el inicio-, sirven como pie a una historia llena de risas, magia y algo de terror que presentará en escena situaciones hilarantes y giros de guión inesperados que ponen ante el espejo a los espectadores, especialmente, en este caso, a los urbanitas. Un guión lleno de veneno hacia ambos lados de la ecuación que Jordi Galceran ha escrito, simplemente, para hacernos reír de nuestras propias vidas. Porque sí, más de uno se va a sentir reflejado en todo lo que ocurre en escena.
Galceran parte de la idea de que “a los de ciudad nos encanta ir de turismo rural, los urbanitas alucinamos con pasar unos días en plena naturaleza. Porque la gente del campo es muy buena gente, dicen. Pero más allá de su bonhomía, ¿qué es lo que piensan realmente de nosotros?”. ¿Pueden juzgar nuestras vidas y/o nuestras decisiones? ¿Podemos nosotros hacer lo mismo con la suya?
Sergi Belbel dirige así un espectáculo lleno de ritmo, casi a golpe de puerta, en el que el público permanece atento a lo que ocurre en escena y a todo lo que puede venir. La sensación que envuelve la sala varía de forma constante durante los 95 minutos escasos que dura la obra de risas a sustos, de sorpresas a dudas constantes sobre todo lo que está pasando. Todo tendrá sentido (o no) al finalizar la obra; pero lo que sí que viviremos es una risa descontrolada y algún que otro susto que dejará escapar la ansiedad acumulada del día. Y como siempre ocurre en los textos de Galceran, entre carcajada y carcajada, nos acabará empalmando unas cuantas hostias bien dadas, relacionadas con temas absolutamente universales.
En la parte de interpretación, indicar que el tándem Portas y Labanda funciona a la perfección; sobretodo en los momentos de tensión entre ambos, los cuales saben jugar muy bien. Las puyas, las peleas, las dudas y, sobretodo, las escenas complicadas («a ella, a ella»), crean un juego tan divertido y real que el público no puede más que reír a carcajadas mientras se siente identificado. Porque sí, todos y todas haríamos lo mismo si nos ponemos en los zapatos de ambos protagonistas. Y quien diga que no, ¡miente!.
Aunque si hablamos de jugar y disfrutar, en esta obra quien más disfruta son los tres «dueños» de la finca alquilada, interpretados por Anna Güell, Lluís Villanueva y Joel Cojal; cuyos personajes se pueden estirar hasta el extremo y jugar, como dicen en escena, «hasta llevar todo al final». Sus apariciones sobre las tablas son una delicatessen que deseamos de forma constante.
En la parte técnica, destacar el trabajo de diseño de sonido de Jordi Bonet, que nos mantiene siempre en tensión; el diseño de iluminación de Kiko Planas que nos muestra que con una luz tenue y algunos puntos de luz concretos puede crear un ambiente «especial», a parte de unos efectos lumínicos espectaculares; y el diseño de vestuario de Nídia Tusal que, junto a la caracterización de Núria Llunell, nos acerca unos personajes, digamos, complicados (para no desvelar mucho).
Mención especial a la asesoría de magia de Sergi Buka, que nos ofrece momentos espectaculares sobre el escenario; y al diseño de escenografía de Max Glaenzel que nos presenta una casa rural fantástica que mezcla lo clásico con la modernidad.
En definitiva, Turisme Rural es una comedia de miedo que nos hará reír de lo absurdo de nosotros mismos y de cómo nos ven los demás, a parte de alguna que otra sorpresa que nos hará saltar en la butaca. Una noche llena de risas sobresaltadas.
Crítica realizada por Norman Marsà