Pablo Rosal escribe y dirige y Luis Bermejo despliega sus mejores recursos interpretativos en un monólogo cómico sobre el síndrome de la vida ocupada. Hoy tengo algo que hacer se representa en el céntrico Teatro del Barrio de Madrid, sobre el que ha recaído el Premio Nacional de Teatro 2024.
Qué merecido ese reconocimiento a la labor de las salas alternativas y al trabajo de unas artes escénicas que apuestan por ser un medio de transformación social. El Teatro del Barrio nos otorga la capacidad de reflexionar de manera crítica sobre la realidad que nos rodea, favoreciendo la observación de la vida cotidiana con el fin de buscar, a través de herramientas artísticas, la posibilidad de generar ilusión y esperanza para el cambio social. Aquí tienen claro que el arte de la representación es mucho más que el mero entretenimiento y por eso, la acogedora sala de este teatro es el sitio perfecto para que tenga lugar Hoy tengo algo que hacer; su tamaño y disposición son dos factores que propician intimidad, conexión y cercanía entre el actor y los espectadores y espectadoras.
La posibilidad de tratar temas de difícil acercamiento a nivel social, como la necesidad de estar ocupados y que esa ocupación sea el sustento y el valor de nuestra existencia, es parte de la fuerza de este estupendo montaje. En una sociedad capitalista como la nuestra, estar siempre ocupado parece tomarse como sinónimo de éxito; un estilo de vida deseable y obligatorio que destruye el sentido de bienestar y espiritualidad. Rosal pone en el centro esta temática regodeándose en el uso de la palabra, en el manejo del lenguaje de un modo alegre, jovial, jubiloso pero también poético, bucólico e idílico; un torrente de letras y guiños que llega directo al corazón de un público completamente entregado.
Más allá del texto de Pablo Rosal, la gran atracción de Hoy tengo algo que hacer es el soberbio trabajo de Luis Bermejo, que se deja la piel a lo largo de 75 minutos dando un verdadero recital interpretativo. El actor nos deleita con una enérgica actuación de principio a fin, llena de cambios de ritmo y de registros, ¡maravillosa su versatilidad! En un papel pensado para él, o así lo parece, lo borda y realiza un trabajo extraordinariamente bonito que merece la pena disfrutar desde las primeras filas de butacas.
El dinamismo de la obra se acompaña con la original escenografía de la que se encarga Mónica Boromello, un banco de madera y una maleta con varios elementos que el protagonista va utilizando y que sirven como soporte escénico de las palabras y las acciones que tienen lugar sobre las tablas. Todo apoyado por un correcto juego de luces a manos de Raúl Baena y Eduardo Vizuete que intensifica los momentos mas emotivos del monólogo.
En definitiva, un intenso viaje hacia la reflexión que supone una verdadera joya con la que cualquier amante del teatro tiene la oportunidad de deleitarse en estos días . Y repito, Bermejo ha sabido entender a la perfección el texto de Rosal y realiza una espléndida actuación que perdurará en la memoria de los espectadores durante mucho tiempo.
Crítica realizada por Patricia Moreno