Las asambleístas (Las que tropiezan) de José Troncoso llegan al Teatro La Latina de Madrid tras su estreno en la edición 69 del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y su posterior viaje por buena parte de la geografía española. Reivindicación feminista en clave de comedia con Sílvia Abril, Gabriela Flores, Rocío Marín, Maite Sandoval, Maribel Salas y Pepa Zaragoza sobre el escenario.
El tiempo y el tono es el adecuado. El feminismo ya no es cuestión de unas pocos, ahora es de muchos. Si no lo tenemos claro por lo que pasa a nuestro alrededor o por lo que nos transmiten los medios de comunicación, valga bien el refrendo que intenciona la versión que José Troncoso escribe y dirige a partir de lo que uno de los nombres del teatro clásico, Aristófanes, escribió hace dos mil cuatrocientos años. ¡Basta ya de discriminación basada en el género!
Pero no sufran los espectadores actuales, quien nos hiciera gozar en la butaca con Las bingueras de Eurípides, La noria invisible o Los despiertos traslada a nuestros modos el mensaje de entonces. Las asambleístas no es un montaje para eruditos ni puristas de la dramaturgia, sino para gente que hablamos el lenguaje de la calle, vemos la televisión en abierto y reímos con los memes que inundan nuestros teléfonos móviles.
Una propuesta amable con la que comenzar el otoño teatral, mas tanto que su intención cómica, fresca y jovial resulta conocida, recurrente y fácil. Su humor demasiado obvio, no por ello ineficaz, pero si carente de originalidad. Falto de querer ir más allá de la zona de confort de un público al que entretiene, pero al que en ningún caso inquieta. Los chistes no tienen doble vuelta y las situaciones de su trama están planteadas de manera tan lineal que no dan pie a la implicación de su espectador.
Ni siquiera la manida ruptura de la cuarta pared consigue especial excitación. Quizás falló suponer que (Las que tropiezan) acudían travestidas como hombres a una reunión del antiguo gobierno de la Grecia clásica en lugar de al Congreso de los Diputados. Quizás que sus reivindicaciones tengan una retórica más de manual escolar de educación para la ciudadanía que de manifestación del 8 de marzo.
La propuesta de Troncoso solo subraya la teoría que todos conocemos, hombres y mujeres somos iguales, pero sin llegar a agitarnos. No nos hace plantear cuánto llevamos a la práctica, en qué seguimos fallando y en qué nos queda por hacer y mejorar.
Y eso a pesar de ser una propuesta correcta desde el punto de vista artístico -escenografía sobria de Alessio Meloni, vestuario fucsia de Pier Paolo Álvaro, iluminación fría y puntual de Juan Gómez Cornejo y música con tintes orquestales de Mariano Marín– en la que cae todo el peso del discurrir de su hora y media sobre sus intérpretes. Una coralidad bien hilvanada con arranques de hipérbole, esperpento, histrionismo y caricatura por parte de las seis mujeres encargadas de llenar de voz, presencia y coreografía (siguiendo el dictado de Nuria Legarda) su representación.
Crítica realizada por Lucas Ferreira